CANDIDATO

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Candidato

El vocablo ‘candidato’ tiene un origen que no parece corresponder con la realidad de los actuales postulados a ocupar un puesto de elección popular.

Etimológicamente, ‘candidato’ viene del vocablo latino candidatum. Este es el participio del verbo candidare, que estrictamente significa “blanquear, hacer algo blanco brillante”.

El Diccionario de la lengua española (antes DRAE, hoy DLE), dice: ingenuo, que no tiene malicia ni doblez; simple, poco advertido; de forma  poética, blanco. Color cándido. Nieve cándida (la última acepción es inaplicable porque se refiere a un hongo).

Por alguna razón, se asocia el vocablo ‘cándido’ con tonto, pero de ninguna forma ‘ingenuo, sin malicia’ tiene ese sentido. Lo que dio origen a asociar la palabra ‘blanco’ a alguien que es postulado para ocupar un puesto de elección fue que en la Roma clásica, los propuestos vestían con túnicas blancas. Pero estas las llevaban abiertas, para que las personas pudieran confirmar las heridas de guerra. Los presentados al escaño, entonces, no eran personas tontas, faltos de habilidades o ingenuos. Por el contrario, eran hombres que demostraban la pureza de las intenciones para trabajar hasta el sacrificio de sus personas para favorecer a Roma, a la patria. Eso era vocación de servicio y no falta de entendimiento.

Ahora, en latín hay otra forma de referirse al blanco: albus. Este último término dio origen a la voz en español, ‘alba’. Y eso se refiere a lo blanco del amanecer. La diferencia con el anterior vocablo es que candidare da idea de blanco brillante, mientras que albus se refiere a blanco mate.

El candidare, entonces, dio origen a candente, candor, candela y candelabro. Esto debido a que las velas brillan, pero también se asociación con el calor. Con ello, la Roma clásica pretendía también vincular la pureza o blancura de los postulados con la brillantez y empeño de sus propuestos para el senado.

Y decía al inicio de este comentario que el vocablo ‘candidato’ no tiene apego a su origen porque –como pasó en la misma Roma– los postulados a elección popular han perdido la pureza de sus intenciones. La mayoría busca verse favorecido con los beneficios económicos que los puestos de elección popular conllevan en la actualidad. Es decir, sueldos muy elevados, dietas, bonos, seguro médico, jubilación y fuertes posibilidades de recibir beneficios por vincular intereses particulares y gubernamentales. En esas condiciones, no hay pureza de intención y, por ello, sí gran interés en lograr una posición.

Eso se refleja en la desesperación y molestias –ocultas y manifiestas– cuando no se consigue la candidatura.  Hasta pareciera enfermiza la desesperación por conseguir, particularmente, una diputación o una senaduría. Si por la gran cantidad de aspirantes en el propio partido y a causa de la lejanía de los centros de decisión no se consigue, entonces saltan a otros partidos. De ahí que candidez sea la más alejada de las cualidades de los actuales propuestos. Si a ello agregamos que su postulación se debe a que garantizan el compromiso con su facción política (protección de su grupo, vinculación con intereses económicos), la candidatura queda por no apegarse un ápice de su origen etimológico.

Así, las candidaturas en la actualidad son botines y no los sitios blancos, puros, de amor a la patria.

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