LAS PALABRAS ENAMORAN

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Chispitas de lenguaje. 



Las palabras enamoran

Mis amigos y compañeros del Diezmo de palabras, un taller literario de Celaya, aseguran que las palabras enamoran. En efecto, las palabras tienen una carga emocional. Correctamente manejadas, enamoran… venden… hacen simpatías por un candidato… odios por otros… en suma, nos forman un concepto de la realidad, aunque no lo creamos.

En el primer aspecto, cuando enamoran, de inmediato la idea nos remite a la famosa obra de teatro Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand. En ella se narra la tragedia del personaje Cyrano que se ve obligado a escribir cartas de amor a la mujer que ama pero a nombre de su mejor amigo, quien sin conocer los sentimientos de Cyrano se adelanta a manifestarle un profundo amor.

La obra está basada en algún pasaje de la vida real del mismo Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac (1619-1655), quien fuera contemporáneo y coetáneo de personajes de la talla de Boileau y de Molière, y también poeta y dramaturgo. Así, sus letras atrapan a la musa, sin saber esta que el autor no es quien las entrega.

Pero las letras no solo seducen, también venden ideas, necesidades y simpatías.

Científicamente, en efecto, las palabras tienen un impacto emocional en quien las escucha o lee. A ello se le llama diferencial semántico. Este se ha estudiado con base en la respuesta que una palabra provoca (simpatía, incomodidad, molestia, interés, desagrado, etc.).

Desde luego, se trata de un promedio social de reacción en un momento y lugar específicos, lo que implica diferencias individuales, por cultura y por épocas. Es decir, que ello no implica que las palabras tengan efectos y sentidos diferentes al promedio en individuos específicos. En este sentido, conozco el caso de un muy querido muchacho que asocia la palabra ‘cloro’ y su aroma con aspectos positivos pues le recuerdan a su madre. En una época crítica en las relaciones familiares, la madre debió trabajar (por lo tanto, registrar un desapego físico con el entonces niño). Cuando regresaba a casa, el olor de su ropa se caracterizaba con ese producto y saber su nombre le hace darle un peso positivo a un producto altamente tóxico.

Por la definición y este tipo de experiencias, el principio se enmarca en un estudio con preferente tendencia al Conductismo y tiene su mejor efecto práctico en la publicidad. Ello no implica, sin embargo, que no sea abordado por otras corrientes de la psicología.

Fuera del propósito comercial o, incluso político, hay tres tipos de palabras y de construcciones que por su tipo de carga en el ánimo promedio de las personas se clasifican en negativas, positivas y neutras. Hay vocablos por sí mismo que tienen carga negativa, como la palabra infierno; o vocablos que, por el contrario, contienen el factor positivo. En este último sentido se ubica la palabra hogar. Pero hay otras que al ser neutras y estar rodeadas por cualquier de ambas, se suman al efecto positivo o negativo.

Así, tradicionalmente, la poesía ha tocado las fibras sensibles de las personas. Pero al manejo emocional de los vocablos, el poeta suma otro factor de singular importancia: el ritmo, el énfasis en determinadas sílabas de forma cíclica. La poesía moderna no está ligada necesariamente a la rima; la rítmica y la selección de palabras, logran un efecto emocional intenso en el lector o el escucha.

Esto se sabía desde la antigüedad pues la poesía se usó tanto para rezar como para aprender la historia de un pueblo. Así queda de manifiesto con la Iliada y la odisea, así como como con los cánticos de alabanza en celebraciones de perfil religioso.

Las palabras seducen, a veces sin saberlo porque se suele prestar más atención a lo que se desea. Por ello, vemos a oradores políticos que convencen fácilmente. Ellos saben con mucha frecuencia lo que deseamos oír. Las palabras seducen porque estamos deseosos de creen en alguien o en algo.

Pero recuerde que en todo momento usted también puede dominar el don de la palabra. 

12/04/2019 07:59:40

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