BORRAR LA HISTORIA

hector redes

TRINCHERA CIUDADANA. 



BORRAR LA HISTORIA


El pasado lunes, mientras reflexionaba sobre qué tema abordar en mi columna semanal, recibí una notificación del portal de Carmen Aristegui en mi teléfono celular. El título decía lo siguiente:

“Retiran placas con nombre de Díaz Ordaz en la CDMX, A 50 AÑOS DEL 68”

Inmediatamente vino a mi mente una tarde del año de 2007 cuando visité por primera vez el bello edificio de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en la calle de Justo Sierra en el centro histórico de la capital de la República. Su imponente salón Miguel Hidalgo conserva un hermoso y monumental mapa que da cuenta de la enorme extensión que poseía la Nueva España en el siglo XVIII y señala la legendaria ciudad de Quivira. Para no desviarme más, observé atento la galería de todos los personajes que han fungido como presidentes de dicha institución. El guía me dijo que faltaba sólo uno. Le pregunté con extrañeza quién era y por qué no estaba. Mi interlocutor me dijo que faltaba el retrato de Juan Nepomuceno Almonte, quien fungió como el segundo presidente de la Sociedad; fue hijo de don José María Morelos y Pavón, de corte conservador y monarquista, fue uno de los impulsores de la candidatura de Maximiliano para el trono de México. La historia oficial quiso borrar su nombre pues la mancha de la traición estaba asociada a su memoria. Así que sin más, se retiró su imagen, como si nunca jamás hubiera estado ahí, como si se tratara de un fantasma.

Recordé también que en las postrimerías del sexenio de Vicente Fox, fue designado titular de la secretaría de Gobernación el hoy extinto Carlos Abascal Carranza. Generó noticia y algo de polémica su decisión de reincorporar la pintura de Victoriano Huerta a la galería de titulares de esa secretaría, retirada porque también la mancha de la traición pesa sobre su figura luego del golpe de estado perpetrado contra Madero. Al ser cuestionado, Abascal dijo que no podía borrarse la historia, que Huerta ya había sido juzgado, pero que no podía negarse su paso por dicha secretaría y debía su pintura estar ahí.

Por supuesto que las dos historias que acabo de referir son distintas en contexto al movimiento estudiantil de 1968 y también es una realidad que lo que ocurrió aquel fatídico 2 de octubre es a todas luces injustificable y atroz. El sistema político mexicano, sordo y ciego, en la persona de un hombre formado en el más rancio autoritarismo y susceptible a creer en la famosa “conspiración comunista” que le vendió su secretario de Gobernación, estaba convencido que había que aplastar el movimiento para salvar a México. Sucedió una desgracia condenable, pero el retiro de una placa que únicamente dejaba constancia de que durante su mandato se construyó la línea 3 del Metro de la ciudad me parece exagerado.

En dicha placa no se le rinden honores a Díaz Ordaz, no se le felicita ni se le agradece. La placa consignaba un recuerdo, sólo eso.

Por supuesto que el tema es digno de un apasionado debate. En Berlín por ejemplo se conservan varios edificios construidos por el régimen nazi; en los EEUU hubo conflictos por la intención de retirar estatuas de los generales del Ejército Confederado en algunos estados del sur.

Insisto, los contextos son distintos, pero la memoria histórica debe permanecer. Quitando placas y cerrando los ojos ante lo que ocurrió no nos ayuda en absolutamente nada, por el contrario, dificulta la comprensión de los acontecimientos pasados.


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05/10/2018 09:35:55

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