Diccionario III

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Los diccionarios son documentos de consulta para apoyarnos a conceptuar el sentido de una palabra y, con ello, un enunciado. Conocer, profundizar en el significado, sentido o giro específico de algo permite comprender y aclarar, ubicar o dimensionar lo consultado. De ahí la importancia de su producción y diversidad. El diccionario debería ser un instrumento prioritario de socialización.

Mientras mayor variedad temática de diccionarios haya, mejor será la utilidad para la sociedad. Las actividades humanas se han diversificado en extremo (científicas, productivas, de ocio; en los más diversos ambientes: mar, tierra, espacio; espiritual, material, etc.). Dejar de comprender ámbitos es impedir desenvolverse adecuadamente en cada cual o en varios de ellos (porque los seres humanos no somos de monoactividad, siempre interactuamos en más de un ámbito). Es decir, los diccionarios son la primera entrada que facilita la adecuada ambientación de la persona en la actividad.

Por ello, hay muchos tipos de diccionario: significados, dudas, ideoconstructivo, de especialidad (temático; y aquí mismo hay una asombrosa cantidad de alternativas). Aunque los primeros en aparecer fueron los de significados (lo que pretende denotar cada vocablo), curiosamente, no contienen todos los vocablos usados en una lengua. Justo para ello están los diccionarios especializados en cada rama del saber. Consideremos, por ejemplo, un diccionario de botánica. El nombre de cada especie vegetal, su clasificación y localización es todo un mundo (literal) a pesar de que es solo una fracción de la actividad humana. Ya no digamos la información sobre la utilidad para el ser humano de cada uno de los vegetales, que eso ya sería una obra aún más especializada. Así pasa con cada rama del saber.

No obstante todo este conocimiento, el aspecto fundamental de ello es el lenguaje. Sin un uso adecuado, preciso, lógico y consensuado del lenguaje (el significada de cada palabra está en proporción directa a cómo la entienden, comprenden y asumen las mayorías –uso esta palabra en plural para significar la variedad de grupos y perfiles de las diversas sociedades que componen el mundo globalizado–), no hay elementos vinculantes para la armonía social o para el desenvolvimiento en alguna actividad específica. Por eso toda persona debería manejar el lenguaje especializado y el coloquial.

Presuntamente, si en cada cerebro las palabras permiten conceptuar la realidad y son compartidas en sus significados y significantes, es mucho más fácil comprenderse entre seres humanos. Y lo manejo como presunción porque se ha visto que cuando dos personas se ponen de acuerdo en cómo entender algo, se reducen los conflictos o diferencias. El problema es que de forma social, es prácticamente imposible que todos sepan y manejen los mismos conceptos.

Y por si fuera poco la armonía social, manejar de forma correcta el lenguaje permitiría comprendernos a nosotros mismos. Si cada palabra es una forma de conceptuar la realidad, también funcionan para reconocerse, identificarse o visualizarse, lo que en nosotros sucede. Comprenderse a sí mismo, implica también contar con herramientas para vincularse mejor con los otros seres humanos.

A todo ello contribuyen los diccionarios. Lástima que sean tan subvalorados.

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