PROCESADORES DE TEXTO

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Procesadores de texto


¿Son confiables o no los procesadores electrónicos de textos en ortografía? La pregunta no es menor. En muchas oficinas –públicas y privadas– hay la confianza absoluta a estos programas… pero de forma inadecuada. He escuchado a un superior decir: «¿Ya revisaste el documento?» y la respuesta casi invariable del subordinado: «No se preocupe, jefe, ya le pasé el corrector ortográfico». Después de ello, se desaparece la preocupación. Con ello, se inserta en un proceso administrativo (y a veces judicial) un documento deficientemente supervisado porque una computadora es una herramienta, nunca una solución. Las revisiones automáticas de ortografía y gramática de los procesadores de textos son alternativas auxiliares para el autor, pero nunca sustituirán a la persona responsable. Descansar en ellos puede ser riesgoso, solo deben ser apoyo, nunca los responsables de estos temas. Agradezco a don Víctor Villela que me haya sugerido este tema.

No niego las bondades de estos programas electrónicos conocidos como  procesador de textos. Incluso, la mayoría de las alternativas de apoyo son subutilizadas por gran parte de los usuarios. Pero las herramientas ortográficas y gramaticales de los programas (sea de la compañía que fuere) tienen la particularidad de ser un apoyo, por lo que dejan en el usuario la decisión final. Esto parece no quedar claro en los operarios que les asignan facultades de las que no están dotados.

Me refiero a que todo procesador reconoce palabras del idioma en que se escribe. Por lo tanto, su base de datos electrónica está sujeta a la forma en que están escritos los vocablos. Por eso reconocerá fácilmente una palabra que no pertenezca a la lengua aplicada. Es decir, que si yo escribo en español y recurro a la palabra *bocablos, de inmediato identifica que ese término no existe en el idioma. Por lo tanto recurre a la alternativa más parecida en dos sentidos: 1) la voz, fonéticamente hablando, de mayor cercanía (recuérdese que en español desde el siglo xi no hay diferencia de pronunciación entre la B y la V) y 2) las teclas del derredor del vocablo similar (lo que llamamos popularmente, un error de dedo). En ambos casos, el procesador selecciona la opción de mayor frecuencia en el uso o a la palabra más común. Si es automático, de inmediato la cambia; si no está en esa modalidad, nos sugiere alternativas. En este primer caso, el procesador de texto me ha cambiado las siglas UCA (pertenecen a la universidad donde imparto clases) por UVA, que fonéticamente no coinciden, como lo señalado en la opción 1; por lo que aplica la opción 2 por la cercanía de teclas entre la C y la V.

Entonces, la corrección ortográfica se encuentra muy, pero muy limitada. Es decir, el procesador de textos dispone para ello de una base de datos, no de una inteligencia artificial. Es decir, que en la práctica en corrector ortográfico es un identificador gráfico que, respaldado de una base de datos, nos da alternativas. Eso significa que el programa no tiene la capacidad para interpretar textos. Si alguien (por echar mano de un ejemplo del periodista Velio Ortega) está hablando de su condición de viudez en todo el texto y enuncia «Sufro por la pérdida de mi esposa». Desde luego, el procesador será incapaz de reportar error si se enuncia «Sufro por la perdida de mi esposa», que, por supuesto, sería el enunciado de una persona engañada maritalmente. El corrector ortográfico no es inteligente es elemental.  

La cantidad de palabras similares es enorme. Solo considérese las palabras médico, medico y medicó. Las tres formas son aplicables a momentos diferentes. La única diferencia en estos vocablos es la presencia y ausencia del tile o acento gráfico. En algunos casos, se auxiliará del corrector gramatical. Si no concuerda con las normas (ya tratadas en este espacio hace unas semanas), entonces hará un llamado de atención. Pero si las reglas de la concordancia se cumplen, entonces no habrá llamada de atención y podría irse con una idea contraria a la intención del redactor. Tomemos en cuenta oraciones como «Dejaré de fumar un año de estos». ¿A qué se refiere con la palabra ‘estos’?, ¿a un año cualquiera dejará el consumo de cigarros o los de una marca en particular, seguirá fumando?

Como este caso, hay cientos que la base de datos no es capaz de distinguir. Insisto, se trata de un programa, no de un sustituto del ser humano. Es una herramienta que nos facilita, pero siempre dependerán del ser humano para ser eficientes.

Por otro lado, esa base está incompleta, al menos en español, que es mi especialidad. Deja fuera muchas palabras que están en el diccionario, pero que en ocasiones no son de uso común en algún lugar específico. Como ejemplo está la palabra ‘baca’,  que es un portaequipaje, el nombre de la parrilla que se coloca en la parte superior de un vehículo.  Si no está en su base de datos, o la da por equivocada o la sustituye por ‘vaca’. Y aunque cuadrúpedo podrá portar nuestro equipaje, no es lo que se pretendía decir.

Por ello, no se confíe jamás en los correctores ortográficos y gramaticales de su procesador de textos; las habilidades humanas aún no pueden ser totalmente sustituidas.  

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