Prohibidos y censurados

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Sin importar edad o género, nuestra vida va de la mano con normas escritas y orales, creadas para una mejor convivencia. Entre ellas están las prohibiciones, adheridas cual tatuajes desde la infancia con el fin de no ver ciertos programas televisivos, no atiborrarnos de golosinas y menos juntarnos con amistades maloras. En el extremo temporal, la población senil sufre por refinarse unas carnitas o aventarse en paracaídas a 3000 metros de altura debido a las restricciones médicas o familiares.

Igual ocurre con la censura, comprobado en las clasificaciones de películas, algunas con escenas editadas e incluso sin proyectarse completas. Otro ejemplo es en la política, actualmente con las llamadas Mañaneras donde el presidente de México ha sido vetado por hablar de todo y sin medida -a la inversa, él funge de censor-.

Prohibidos y censurados, van vinculados por lo ofensivo e impropio que pueda ser una acción y discurso; sin embargo, también los dos vocablos están emparentados por el mínimo o nulo caso hacía las recomendaciones, en clara referencia con la sicología inversa ante la reacción de estar a la defensiva cuando hay presión y se nos dicta que hacer.

Esto no es nuevo, siempre han existido quienes llevan la contraria, constatado en culturas antiguas como la griega y china, con mandatarios que mazapaneaban a poetas, actores y filósofos, incluida la quema de libros por las letras “contaminantes a la población”, situaciones replicadas en varias etapas de la humanidad, visibles y con poca efectividad hasta nuestros días.

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Las manifestaciones artísticas por lo regular incomodan a más de uno. El artista Miguel Ángel entregó en 1512 sus frescos de la Capilla Sixtina, motivo de escándalo al mostrar desnudos, los cuales varios han sido cubiertos con el paso del tiempo por órdenes papales. Lo mismo sucede en esculturas y otras pinturas, pero quizá los medios de entretenimiento masivo son lo que más sufren el filo de la guillotina.

Creado a finales del siglo XIX, el cine se convirtió en éxito inmediato para la distracción de la sociedad, por consiguiente, en un transmisor de ideas inspeccionado. Grupos sociales, religiosos y gubernamentales, han motivado se veten extractos o producciones completas, aunque su efecto ha sido contrario.

Freaks (1932), Naranja mecánica (1971), Saló (1975), La vida de Brian (1979), La última tentación de Cristo (1988) e Irreversible (2002) -por mencionar títulos- fueron motivo de polémica al momento de su estreno, mismo caso para las cintas mexicanas La sombra del caudillo (1960), La viuda negra (1977), Rojo amanecer (1989) y El crimen del padre Amaro (2002); unas convertidas después en objeto de culto, otras transgresoras y las demás inocuas, agradeciendo la publicidad gratuita por la censura.

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No hay una fecha específica de cuando comenzaron a prohibirse tonos y ejecutantes, pero la música, otro eje de regocijo multitudinario, también ha sufrido para exponerse. Hace 1000 años aproximadamente, se prohibió una tonalidad que al monje italiano Guido de Arezzo le parecía invocaba al chamuco, sin comprobarse si llegó el habitante del infierno a echar baile, acusado desde siempre por mala influencia.

A principios del siglo pasado la música se masificó por la radio y a la par se le comenzó a marcar el paso. En Estados Unidos, muchas piezas de blues y jazz fueron señaladas por considerarse “pactadas con el diablo”. El rock que derivó de esos estilos, tardó en ser aceptado en sus primeros años por una sociedad reacia, la misma que continúa buscado pretextos para moldearlo a su modo.

En 1985 la entonces esposa del político estadounidense Al Gore fundó el Centro de Recursos Musicales para Padres, con la finalidad de vigilar la música que escuchaba la niñez y juventud de su país. Mediante juicios, acuerdos y el peso gubernamental, lograron que los discos con letras que aludían sobre todo la violencia y el sexo llevaran en la portada la etiqueta Parental Advisory: Explicit Content, para advertir sobre el contenido de la obra, con resultados opuestos para sus orgullosos compradores.

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En México, la música de Óscar Chávez, Los Tigres del Norte y Molotov, por citar casos, han labrado su propia fama, con la envión de por momentos catalogarse prohibidos. Los casos más recientes son Santa Fe Klan, Peso Pluma y varios exponentes del reguetón; denostados por apariencia y letras. Sin embargo, los adultos censores bien que cantábamos las referencias sexuales a una menor de edad en Y las mariposas, de Joan Sebastian; la violencia hacia las mujeres en Cuando vayas conmigo, de José José; el narcotráfico con Camelia la texana y el desmadrito de Devuélveme a mi chica con el sufre mamón, justificando “eran otros tiempos”.

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Entonces ¿Depende la edad para convertirnos en censores? ¿Qué tan efectivo es prohibir y censurar? Desconozco si existen estadísticas, pero hace unos días escuché a niñas y niños de primaria cantar Ella baila sola, con más entusiasmo si entonaran Pin Pon el muñeco. Caso similar en pubertos, advertidos en redes electrónicas de no ver contenido para adultos y tan solo les basta a ambos sectores dar el click para acceder al concierto de Peso Pluma en Coachella o al video de la semana en The Porn Dude.

Todo lo comentado obedece al correo electrónico de Alejandra -nombre ficticio- sobre mi anterior texto de albureros y ficheras-https://agoragto.com/columna/ademas-de-historia-y-cine/albureros-y-ficheras-en-terapia-intensiva/ : “el cine de ficheras empaño al CINE NACIONAL. NUNCA debió existir por su baja calidad: deberían prohibirse esas películas si todavía existen (…). Daniel sus columnas son irregulares, algunas excelentes y otras pesimas como esta de ficheras. Mejor escriba de otros temas y que le censuren esta”.

A Alejandra: le agradezco su lectura y crítica porque de los comentarios como los suyos se nutren los temas de mis columnas -como la presente- y puntualizo, este solo es un espacio de información y opinión, sin pretender incomodarla.

Después de lo expuesto, espero Alejandra se siga tomando el tiempo para leer mis escritos o que ocurra el efecto contrario: se incrementen el número de lectores por la publicidad gratuita al entrar su servidor a la selecta categoría de prohibidos y censurados.

Sus sugerencias y comentarios son bienvenidos al correo:

[email protected]

Daniel Hernández Hernández


Nacido en el entonces Distrito Federal, de tránsito en Celaya, adoptado y radicado en la ciudad de Guanajuato.Licenciado en Historia por la Universidad de Guanajuato y actualmente laborando en la Casa de la Cultura Jurídica de la misma capital.El gusto por la lectura y la redacción, obtuvieron recompensa con la publicación de artículos en ediciones del Archivo del Estado de Guanajuato y el Congreso del Estado.Algunas de sus devociones son el cine, lo heterogéneo de  la música y las historias de la historia.

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