La parábola de los puercoespines

tony redes

VIDA.



“La parábola de los puercoespines”

 

En una de las obras del padre del psicoanálisis (Sigmund Freud) hace mención a la parábola de “los puercoespines de Schopenhauer”, la cual transcribo y dice así: 

“Un grupo de puercoespines tenía frío, por lo que, para lograr un mayor calor, decidieron acercarse unos a otros, pero cuando estaban cerca, comenzaron a hacerse daño con sus espinas, por lo que debieron separarse nuevamente hasta encontrar una posición que les permitiera estar suficientemente cerca como para darse calor mutuamente, y suficientemente lejos como para no hacerse daño”.

Como se ha estado diciendo y podemos constatar en el día a día, un “nuevo orden” está imperando en nuestro planeta, en nuestra vida. Se está llevando a cabo cambios forzados los cuales nos inducen a involucrarnos en todo aquello que sea “reinventarse”.

Queda claro que “situaciones diferentes nos debe llevar a realizar actos diferentes”, así como a enfrentarnos a nuevos retos los cuales son necesarios superar, ya que de no ser así, “si no nos adaptamos nos extinguimos”.

Uno de los grandes retos con el que nos estamos enfrentando no afuera de nuestro hogar, sino dentro de él, es a no perder nuestra identidad, nuestro ser, aquello que me permite diferenciarme de los demás, del otro.

Ante esta pandemia se nos ha invitado a que vivamos la contingencia guardándonos en casa, tratando de que casi sea nula la relación con los demás, salvo en situaciones de una necesidad que supere el exponerse al contagio del que tanto se ha hablado.

Por lo tanto, así como los puercoespines de Schopenhauer en su parábola, COVID-19 se ha encargado de plasmar, desarrollar o encontrar (para una mayoría) el “arte de la sana convivencia”. Necesitamos del otro para no morir de frío, pero –por lo menos en este momento- si nos acercamos más de lo debido, comenzaremos a morir no de frío, pero sí debido al daño que nos hacemos entre nosotros mismos.

La parábola de los puercoespines nos ofrece información digna de ser tomada para estos tiempos de contingencia:

“Un grupo de puercoespines tenía frío, por lo que, para lograr un mayor calor, decidieron acercarse unos a otros…”, ya estábamos padeciendo de un inmenso frío, de ese frío que llega a lo más profundo de los huesos. Desde hace mucho tiempo como seres humanos llenos de emociones, de ego, de narcisismo que nos impide o bloquea el relacionarnos con los otros, el frío de la indiferencia demostrada ante aquellos que viven con dolor, injusticia, atropello de sus derechos, han hecho de esta raza humana una raza que se gloría de sus “avances tecnológicos”, empañando a su vez la visión de los pocos alcances en el saber humano, en el cómo o qué hacer para poder vivir en paz y ser congruentes, valores que nos dan como recompensa una conciencia tranquila y un sueño en verdad reparador, una armonía en la convivencia con los demás. Esta pandemia nos está convocando a que nos volvamos a reunir en el seno familiar, lugar único y por excelencia para quitarnos del “frío existencial”.

“… cuando estaban cerca, comenzaron a hacerse daño con sus espinas…”, todos somos portadores de espinas, de aquellas emociones que al no trabajarlas sirven de armas para destruir o herir a los demás. Realmente el otro o lo qué está fuera de mí jamás es dañino, nos lastima porque lo hemos revestido de situaciones o ciclos inconclusos, porque nos evoca el recuerdo de aquellas figuras que creemos que nos lastimaron por no haber sido como queríamos que fueran o no fuimos como querían que fuéramos, son el signo siempre presente de lo que podría quedar en el pasado, logrando así una sana convivencia en el hoy, reinventándonos para el futuro. Cuando así sea, cuando lastimemos, tomemos consciencia de ello, estemos dispuestos a reparar y por consiguiente pidamos perdón, caminando con un espíritu humilde ya que sin él no podremos instaurar un nuevo orden, no podremos reinventarnos.

“… por lo que debieron separarse nuevamente hasta encontrar una posición que les permitiera estar suficientemente cerca como para darse calor mutuamente, y suficientemente lejos como para no hacerse daño”, uno de los grandes aprendizajes que trae esta pandemia debajo del brazo es… “aprender sabiamente a estar cerca del otro… pero no tan cerca”.

Cerca del otro porque si no lo hacemos así podemos “morir”, lo digo literalmente como metafóricamente. Hoy estamos necesitando más de la ayuda humana, de los valores que nos impulsen a no sólo ver por nosotros, sino también por los que están “no tan cerca de nosotros”, pero que al final de todo, forman parte de nuestra raza, de nuestros semejantes.

No permitamos que el otro se acerque tanto, tanto, que no me impida ese encuentro con mí ser, con mi esencia, con el descubrimiento de quién soy y en quién puedo y estoy llamado a ser, a reinventarme, lo cual sólo se logra a través del recogimiento, de la interiorización, meditación. Que el otro no obstruya este momento del encuentro verdadero con quien soy realmente.

Que la parábola de los puercoespines de Schopenhauer sea una enseñanza que podamos plasmar en la realidad del actual presente.

  

Por: Psic. Antonio Hernández Mascote.


13/04/2020

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