De mitos y realidades

daniel hernandez redes dwCH8uW


De mitos y realidades


El tema del Covid 19 está literalmente en boca, oídos y ojos de todos. Me refiero a que todos hablamos y escuchamos de sus contagios, prevenciones y como afecta de muchas maneras a la población en general y lo vemos constantemente en las noticias, ya sea por televisor, alguna computadora, dispositivo móvil o los cada vez más anacrónicos periódicos impresos.

Es tanta la información que recibimos que en ocasiones nos desinformamos, creando más dudas que certezas: vacunas, rebrotes, cifras, sanaciones y datos que incluso convierten al vecino o conocido en eruditos en la materia, quienes nos dicen sus nuevos conocimientos y solo pronunciemos internamente un “ah, mire nomás” y sigamos escuchando o queriendo cortar conversación con nuestro interlocutor.

Derivado de ello se han formado varios mitos en torno a una enfermedad que desafortunadamente ha cobrado miles de vidas y hoy otras tantas sufren sus estragos.  Mitos por miedos, incertidumbres y protecciones ante una pandemia que se propaga, al igual que las recomendaciones previsoras contra ella, como el ajo y sus remedios. Definitivamente esta hortaliza es saludable y va excelente como complemento en los platillos, pero la OMS menciona que no hay evidencia que nos proteja del coronavirus. Quizás su eficiencia sería comer varios de sus dientes y con el aroma desplegado lograr que  nuestro prójimo realmente conserve la sana distancia.

También nos han alertado que los termómetros infrarrojos matan las neuronas y dañan los ojos, incluso hay quienes reaccionan violentamente al resistirse a que les diagnostiquen su temperatura corporal. Al emitir calor nuestro cuerpo por varias ondas, estos termómetros se encargan de medirlas a través de la luz infrarroja y por ello detecta la temperatura. No hay estudios que digan que existen efectos neurológicos y si no hay necesidad, mejor evitemos los flashazos infrarrojos en lugares concurridos, con el riesgo de ver después un termómetro que nos indique 38 grados.

Los mitos van de la mano en nuestras vidas y quizás el término adecuado para las cuestiones descritas serían el de rumor, cuyo origen etimológico viene del latín rumoris, ruido y es por ello que rumoreamos o hacemos ruido sin sustentar su veracidad. De tradición oral, los mitos al igual que las leyendas nos han acompañado a los humanos desde que tenemos una necesidad por explicar fenómenos desconocidos. Ambas son de relatos tradicionales y forman parte de nuestro imaginario colectivo, salvo que el mito no tiene sustento real ¿Alguien recuerda al chupacabras o los seres mitológicos en varias culturas? En cambio la leyenda se basa en momentos más creíbles o verosímiles, por lo que podríamos situarla entre el mito y un suceso histórico. Un ejemplo es la leyenda  guanajuatense del callejón del beso o las llamadas leyendas vivientes.

Los mitos nos son legados y varios de ellos buscan a través de recomendaciones protegernos. De los más comunes es el bolillo para el susto ¿Cuántas veces nos han ofrecido uno después de un acontecimiento inesperado, que nos alteró el sistema nervioso y nos dejó con temblorina y rostro pálido? Remedio tradicional, pero que se puede compensar con cualquier alimento, ya que el objetivo es que aminore la secreción de jugos gástricos. Mención aparte lo complicado que es ir al instante a la panadería, tienda o correr tras el panadero. Lo que sí tiene mayor sustento es recurrir a un especialista después de un momento de esta índole, para evitar un efecto negativo en la salud.

Uno más relacionado con los alimentos, es cuando estos  caen y nos dicta el mito que si no han pasado cinco segundos en el piso pueden ser ingeridos. La mayoría de la población, al menos en nuestro México mágico lo hemos hecho. Ya sea que quitemos con la mano, soplido o combinados lo que consideramos polvo y en una de esas hasta un cabello de dudosa procedencia ¿Tendremos idea de las bacterias que  acumulamos al alimento y más si lo hacemos para otra persona? Poco válido el argumento y lo más probable es que al hacerlo incrementemos nuestra fauna intestinal o la del semejante.

Para proteger nuestra vista, existe el mito de que cuando alguien soplaba una hierba de diente de león, cerráramos los ojos ya que si entraba un fragmento vía ocular, podríamos quedar ciegos. Nunca supe que alguien quedara en esa condición, aparte que necesitaríamos estar con los ojos forzados con pinzas, como Alex el antihéroe de la película Naranja Mecánica para que ello ocurriera. Y si de rostro seguimos, nada como el de tener cuidado cuando estamos comiendo en un espacio cerrado porque si salimos, la cara se nos hará chueca.

En términos prácticos se asocia con las parálisis faciales, las cuales entre varios factores es probable que ocurran por estar en espacios cálidos y salir de improviso a lugares con temperaturas bajas. Si fuera por regla, solo imaginemos cuantas personas con parálisis en el rostro existirían en lugares fríos o quienes tienen que salir por alguna emergencia de su casa o trabajo y están degustando sus alimentos.

¿Qué tal los mitos de la goma de mascar o chicle que si lo tragamos se nos queda pegado en los pulmones, garganta o estómago? ¿Que la ingesta de alcohol calienta el cuerpo cuando hay clima frío o cura un resfriado? O ¿El acné desaparece con pasta de dientes? ¿Las bolsitas de té curan problemas oculares? Y así podríamos seguirnos con varios más que, Usted amable lector debe recordar y que nos acompañan rutinariamente. Algunos con poco sustento verídico y otros que a algunas personas les puede funcionar por la casualidad o por ese trabajo maravilloso que hacemos con nuestra mente y que se refleja en el cuerpo.

Mitos, leyendas, rumores, ya sean falsos o verídicos, muchos son valiosos por las enseñanzas transmitidas generacionalmente. En los actuales tiempos de incertidumbre sanitaria, está en cada uno  aceptarlos o desecharlos, solo seamos cautos en ello. En lo inmediato su servidor tiene hipo ¿Bastara con un susto, tomar algo caliente o una cucharada con azúcar para aliviarlo?

 

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