¿Finales felices?

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¿Finales felices?


La decisión de cerrar lugares para evitar la congregación de personas y con ello más contagios por el crítico Coronavirus, trajo consigo que la industria cinematográfica se detuviera en todas sus modalidades, incluyendo en nuestro país la proyección de películas en los cinemas a partir del 24 de marzo, por lo que la función continuó desde las plataformas de streaming y en los servicios de televisión por pago o convencional.

Si Usted amable lector, tenía ganas de repasar escenas y diálogos de sus películas favoritas o esas cintas que había de ver “por obligación”, -como citó una persona muy entrañable- de una sentada, acostada o el tiempo disponible, podemos ver las sagas de El santo vs el villano que le pongan enfrente, de Volver al futuro, de La niña de la mochila azul o los estrenos como Bohemian Rhapsody y dependiendo del bolsillo ver en HBO Jurassic World o conformarnos con ver por enésima ocasión Jurassic Park, todo ello sin contar la enorme variedad de series, documentales y películas que ofrecen las plataformas Amazon, Netflix entre otras.

Con los cinemas cerrados, es por demás conmovedor el mensaje que se lee en las marquesinas de la cadena  Cinépolis y que también se ve en sus redes sociales, en el que nos dicen “El cine nos enseñó que siempre hay un final feliz. Te vamos a extrañar. Cuídate”. Siendo honesto, me movió varias fibras sensibles el texto y me imagino le sucedió a miles de personas que les gusta disfrutar el cine en sus salas, pero quizás el mensaje que apareció el citado 24 de marzo lo leímos también con cierto asombro de que este Covid 19 iba en serio y sobre todo por la incertidumbre de un futuro incierto.

Y ya que digeríamos el melancólico y a la vez alentador mensaje, surgió la pregunta ¿De verdad los finales en el cine son felices? o en dado caso ¿Por qué tendrían que ser de esa manera? Habría que ver numerosas películas cuyos finales distan de ser así. Me vino a la mente el final de Titanic de James Cameron y ver que la enamorada Rose le pudo haber dado un espacio en la tabla para salvar de las aguas heladas al King of the world Jack y no dejar que quedara tieso por congelamiento. Pero si hubiera ocurrido ello, Rose de la tercera edad no nos habría contado su odisea en la cinta.

No pretendo echarle a perder algunos finales de películas que quizás no haya visto -o para las nuevas generaciones spoilear, anglicismo usado para estas lides y que la Real Academia Española recomienda mejor usar destripar: anticipar una historia a quienes no la conocen-, pero el cine nos ha dado bastantes finales épicos, pero nada felices. Un excelente ejemplo es El planeta de los simios, en su versión del director Franklin Schaffner de 1968, cuando su protagonista el coronel George Taylor, se da cuenta del lugar de simios inteligentes donde llegó y terminar de rodillas frente a una emblemática estatua maldiciendo a los macacos, logrando uno de los mejores finales en la historia cinematográfica por lo impredecible, dramático, incierto y sí, nada que ver con la felicidad.

Si nos vamos al tema de las películas románticas, no todas terminan con el “felices para siempre”. Llámame por tu nombre de 2017, una brillante historia de un romance homosexual de un adolescente de 17 años con su pareja que rebasa los 25 y el miedo que representaba salir del clóset en 1983, año donde está ambientada y para quienes no han visto la cinta, es por demás triste la escena culminante, la cual va acompañada de los créditos finales de la película.

Ya que mencionamos conclusiones no felices con adolescentes, nada mejor que la cinta francesa Los 400 golpes de Francois Truffaut, en la que una mirada del protagonista directo a la cámara se interpreta con ira, desesperación, tristeza o todo a la vez, produciendo que al espectador le produzcan más dudas que certezas.

Hay finales tristes en los que debe haber quien se sacrifique por el bien de los demás, como la enigmática y de cierto modo complicada cinta de 2001 Donnie Darko. Siguiendo esa línea de la muerte de uno por el bien de muchos, está la Belleza americana, trabajo del director Sam Mendes de 1999 o un deceso como justificación a la libertad del ser humano en Atrapado sin salida de Milos Forman, finales por demás distintos, poco convencionales, pero con la evidencia que nos harán reflexionar de muchas formas.

Directores especialistas en estos menesteres de finales sin sonrisas, están Darren Aronofsky con sus angustiantes finales de sus películas Réquiem por un sueño (2000) y Pi, el orden del caos (1998) por citar dos ejemplos o David Fincher con Seven, (1995), en la que nunca imaginamos que la protagonista femenina Gwyneth Paltrow perdería hasta la cabeza.

Y así nos podríamos seguir con más ejemplos, los cuales si a Usted amable lector le gusta el séptimo arte, debe conocer más títulos de las películas citadas o la invitación a que vea algunas de las que hemos nombrado, las cuales sus finales salvo las de ciencia ficción, se apegan a una realidad en la que es común que existan momentos infortunados antes de alcanzar lo que comúnmente llamamos felicidad. Si no, pregúntenle a Tom de la agridulce cinta 500 días con ella (2009) en donde momentos difíciles se convirtieron en experiencia para algo mejor en el futuro, caso similar con la niña Riley en la compleja película de Disney-Pixar  Intensamente (2015).

Finalmente son películas, pero es cierto que en los guiones de cada uno de nosotros se escriben historias donde nos arriesgamos, dejamos, nos derrotan, derrotamos, modificamos, luchamos y triunfamos por alcanzar un bienestar propio y de quienes nos rodean. El actual, es un tiempo perfecto para cuidarnos, extrañarnos y valorarnos y del cual, pese a lo adverso, debemos tener óptimos resultados, para que próximamente podamos ver en cartelera finales felices de las películas de nuestras vidas.

Sus comentarios y sugerencias son bienvenidas.



29/04/2020

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