Las locuras del emperador (o del presidente).

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Las locuras del emperador (o del presidente).

El pasado domingo 1° de septiembre cambiaba ociosamente canales televisivos, cuando vi que transmitían la película Las locuras del emperador(The emperor´s new Groove, Dindal. 2000), película de animación tradicional de la casa Disney y cuyo personaje principal, el emperador Kuzco se comporta como un mandatario  egocéntrico, soberbio, caprichoso y a pesar de ello o por ello, un personaje simpático por sus excentricidades.

Seguí buscando opciones para ver algún programa de mi interés y por alguna razón o coincidencia, encontré un programa de análisis respecto al tercer informe de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México. Me llamó la atención por qué un tercer informe y si me había perdido horas o días antes el primero y segundo. Las razones explicadas, fueron porque ya se había presentado uno el 11 de marzo a cien días de su gobierno y otro el 1° de julio a un año de las elecciones, lo que propició que expresara un “ah” prolongado de entendimiento.

¿Por qué esta razón o coincidencia de los programas señalados líneas antes? Antes de continuar, sepa el lector sin preguntárselo, que soy apartidista y mi columna no pretende denostar, ni incurrir en polémicas políticas. Solo que me vinieron a la memoria las diferentes locuras de nuestros mandatarios y que entre ellas se incluyen las rendiciones de cuentas anuales, con sus diversas y polémicas maneras de realizarlos. Veamos una breve semblanza de informes notables, no por el contenido, sino por sus peculiaridades.

En la Constitución Federal de 1824, se asentó que los funcionarios del gobierno rindieran un informe anual de sus actividades, pero no se obligaba al mandatario. El primer presidente de México, el General Guadalupe Victoria, en buscar digamos ese lucimiento ante el Congreso,  presentó su informe en 1825, sin que se lo pidiera autoridad alguna.

Pero si de anunciar sus logros al pueblo de Méxicose trata, difícilmente alguien le quitará la hazaña a Porfirio Díaz, quien  realizó la cantidad de sesenta y un informes. Si  estuvo en la silla presidencial de 1876 a 1911 y solo la dejó por cuatro años, significa que mostraba  sus avances semestralmente en promedio. Eso se llama perseverancia.

En el gobierno del Venustiano Carranza, se estableció el 1° de septiembre de cada año para que el presidente de la república entregara su informe por escrito al Congreso y con ello el inicio de sesiones ordinarias. A partir de ahí, ese día se convirtió en asueto en el país, para que gustosos nos enteráramos de los logros anuales y motivo para que los trabajadores de las empresas y de diversas instituciones gubernamentales vitorearan al presidente en turno en su paso de las respectivas residencias oficiales a las sedes donde rendirían cuentas.

Para un mayor lucimiento y porque había que detallar el progreso de México, el presidente Abelardo R. Rodríguez quien tuvo el cargo de 1930  a 1932, se le ocurrió que siete horas y media eran adecuadas para presentar uno de sus informes, lo que debió ser todo un  reto para sus escuchas.

Si hablamos de informes intensos, la prueba está en el último de José López Portillo, quien en 1982 fue interrumpido cuarenta ocasiones por los aplausos de quienes lo escucharon en el H. Congreso de la Unión. Como colofón, López Portillo tuvo su momento emotivo al llorar decepcionado por no haber sacado adelante al país. Los que lloraron después fueron los mexicanos, debido al anuncio de la nacionalización de  la banca, por los ajustes económicos con la caída del precio del petróleo, entre varios factores y que provocó una de tantas crisis monetarias de México.

Cuando los partidos de oposición al PRI tuvieron mayor participación en la política del país, comenzaron a nublar el soleado día de los presidentes. En 1988 un enardecido Porfirio Muñoz Ledo, integrante en ese momento del Frente Democrático Nacional, hizo lo que nunca: interrumpir e interpelar a Miguel de la Madrid Hurtado, Jefe de la nación y quien atónito observaba una escena que fue recurrente a partir de ese momento en los informes de gobierno.

La democracia alcanzó para todos, por lo que Vicente Fox Quezada, presidente de la república con bandera del Partido Acción Nacional no estuvo exento de interrupciones y protestas en sus informes, así que optó en el último con un mensaje por radio y televisión en cadena nacional y así evitar críticas y cuestionamientos. Estas acciones las imitó su sucesor Felipe Calderón Hinojosa a lo largo de su mandato, un presidente que entregó, pero no presentó informe alguno.

Enrique Peña Nieto, penúltimo Jefe de la Nación también recurrió a los mensajes televisivos, salvo en su cuarto informe donde  “invitó” a 350 jóvenes para algo llamado Cambiar el monologo por el dialogo y contestar las complacientes preguntas de sus interlocutores. En sus últimos dos reportes al país, Peña Nieto se presentó en Palacio Nacional ante un selecto grupo de invitados quienes aplaudieron y sonrieron autocomplacientes, algo similar a lo realizado por nuestro actual mandatario en sus ya tres informes gubernamentales, donde los detractores y los juicios ciudadanos no tienen cabida.

Por las situaciones mencionadas, en algún momento pude ver a nuestros presidentes como Kuzco en las locuras del emperador: mandatarios egocéntricos, soberbios y caprichosos y a pesar de ello o por ello, personajes simpáticos por sus excentricidades.

 

Sus comentarios y sugerencias son bienvenidos.

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