DIFERENCIAS CONCEPTUALES

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Chispitas de lenguaje.



Diferencias conceptuales

Aunque los vocablos tengan sinónimos, en muchas ocasiones no reflejan lo mismo unos que  otros. Es decir, los sinónimos suelen tener pequeñas diferencias que pesan en el ánimo del hablante. Ello se debe al origen o a la construcción de la palabra en específico. Por ejemplo, usar la palabra ‘casa’ tiene un peso diferente en el ánimo de quien la escucha o la lee frente a recurrir al vocablo ‘hogar’. Incluso, el proceso mismo de recepción hace una consideración diferente, me refiero a que tampoco es similar leerla que escucharla, pero esto último lo trataré posteriormente.

La etimología de la palabra ‘casa’ nos llega del latín casa. El sentido original aplicado fue para una habitación hecha de estacas y ramas para protegerse. En la práctica romana esto refiere a un refugio a algo provisional. Algunos suponen que el latín lo tomó del hebrero kisa, que tiene el mismo sentido. La hipótesis podría ser cierta, pero lo interesante es que en ambas procedencias refieren un refugio, un lugar no tan acogedor.

No obstante desconocer el origen, a la mayoría parece serle más afectivo recurrir a la palabra ‘hogar’ para definir el lugar donde se habita con la familia. Este vocablo procede del latín focus, que se refiere a fuego o incandescencia. Esta voz se aplicó para definir el brasero de un lugar cerrado; es decir, el aparato para irradiar calor y mantener confortable un lugar frío. Focus pasó a fogus y después a fogar con el tiempo. De ahí, en nuestro idioma, en algunas palabras cambiaron la F por la H, pues originalmente esa letra sí tenía un sonido. Por eso, en las comunidades más alejadas de las grandes centros urbanos todavía podemos escuchar cómo el verbo ‘hallar’ se pronuncia como J («No lo jallo»). Incluso, en México, solemos colocar en las puertas de los comercios ‘jale’ y en España ese rotulo enuncia ‘hale’. Es decir, la F evolucionó en español a H.  

‘Hogar’ entonces tiene una etimología de un lugar confortable, mientras que ‘casa’ hace ubicar un lugar simplemente habitable. 

En buena parte de las palabras sinónimas pasa eso. Algunas son preferidas porque reflejan más un sentido, que esta última palabra está vinculada con sentimiento. Me refiero a que intuimos más emocionalmente que por el conocimiento etimológico. No obstante la precisión anterior, no siempre sucede o es tan sencillo de apreciar. La semana pasada abordé el origen de las vocablos ‘ganador’ y ‘triunfador’. La primera tiene el sentido de ‘codiciar algo’. De ahí que quien gane es alguien que se esforzó mucho en lograr su propósito porque lo deseaba con intensidad. En tanto que ‘triunfador’ está relacionada con el reconocimiento general a quien se esforzó más.

En competencias es común usarlas como sinónimos. Quizá porque en una competición es normal encontrar público que vitorea al ganador, lo que lo hace triunfador. Sin embargo, un poco más meditado este aspecto, es menos común escuchar la palabra ‘triunfador’ en un sorteo de lotería, por ejemplo. El vocablo ‘ganador’ es más recurrido, sin que deje de escucharse el otro. Pero la preferencia es marcada.

En el fondo, sin estudiar etimologías, la mayoría intuimos su uso preferente de unas voces sobre otras. Sin embargo, esa misma preferencia puede llegar a ser tan marcada que algunos vocablos terminen por desaparecer. Este es un mecanismo de evolución de nuestro idioma. 

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