Infancia y lenguaje

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Chispitas de lenguaje

Infancia y lenguaje

El papel del idioma en el infante es de la mayor importancia. Como es un proceso natural, que se da de manera normal, se subvalora el peso en la formación. Con plena consciencia de su papel podríamos dotar a las nuevas generaciones de otras muchas habilidades que hoy desconocen o solo se perciben como alcanzables por esfuerzos superiores una vez que han crecido.

Los seres humanos somos lingüistas por naturaleza. La evolución nos dota, simplemente por pertenecer a esta especie, de las bases fisiológicas y neuronales para el manejo de un código superior, que llamamos lenguaje. Este facilita no solo interactuar con otros seres de nuestra especie, sino también a manipular nuestro entorno, porque el lenguaje nos dota de habilidades deductivas. Gracias a esta última capacidad, racionalmente, tomamos decisiones y actuamos sobre nuestro entorno, sea natural o social. Esa habilidad de manejo integral del lenguaje puede ser o no impulsada desde la infancia, lo que coloca ya desde temprana edad al individuo hacia el éxito o el fracaso; a la conducta socialmente favorable o reprobable; a su capacidad de socialización o a la escasa empatía. Es decir, el lenguaje juega un papel de primer orden en cualquier individuo desde la infancia.

Los sonidos de los bebés son simples gruñidos, llanto o gritillos hasta los 5 o 6 meses, aproximadamente (en algunos niños se prolonga o se reduce ese lapso). Después de esa etapa vienen los balbuceos, que son ensayos por dominar las habilidades que nos ha dotado la genética (desde luego, no desaparecen los anteriores, pues se conservan toda la vida). La primera manipulación (sin el sentido peyorativo del vocablo, sino en el de manejar el entorno), se da al pronunciar por primera ocasión la palabra ‘mamá’. Una vez que la madre y familiares la escuchan se comportan de forma inusual (básicamente festivos) y la hacen repetir una y otra vez al bebé, con reacción similar a la inicial, pero que cada ocasión se torna menos intensa porque quienes lo escuchan se familiarizan con la habilidad del niño y lo toman como natural al paso del tiempo.

Las primeras reacciones refuerzan en el bebé la conducta y termina por identificar su hipocampo (ese órgano en el centro del cerebro) la importancia por mantener como información permanente tanto los movimientos físicos coordinados como la respiración para emitir ese vocablo. Cuesta al niño nuevamente coordinar todo ante la decepción de sus familiares que desean ver que repita el vocablo.

El llanto, antes de ese aprendizaje, movía a cualquier persona al derredor del bebé, pero al enunciar o gritar ‘mamá’ la reacción es la de una persona en particular, salvo casos en que no se encuentre y salga al paso alguien más. Es decir, que las palabras tienen su efecto en el entorno del individuo cuando la aplica y eso lleva al niño a identificar que puede manejar una parte de su ambiente. El niño entonces ha aprendido a usar la palabra ‘mamá’ para movilizar una parte de su entorno, principalmente el que le provee de los satisfactores iniciales.

El conjunto de palabras (oraciones) ya tiene un trabajo más conceptual, tendiente hacia lo deductivo. Es decir, en el momento en que el niño, con palabras mal exclamadas o bien dichas, enuncia «Quiero chocolate» (por ejemplo), empieza a desarrollar la conceptualización. Al asociar que esa oración le pondrá en breve en condiciones de placer (lograr lo que desea), se ha proyectado a sí mismo en un futuro disfrutando lo que pretende. Deduce, entonces, y prevé consecuencias de su construcción. Ello implica que el lenguaje no solo tiene un efecto funcional práctico para el momento específico, sino que además permite planear el futuro. Ello, entonces, le dota de la habilidad de vincular el lenguaje con el razonamiento.

En este marco, también el niño puede ver reforzadas sus acciones con actitudes ambientales no muy positivas. Un ejemplo es cuando el niño tose un poco y la madre se presenta con desmedida rapidez y prodigando exceso de atenciones. De ahí empieza a desarrollar el concepto de fingirse enfermo o hacerse daño para manipular el entorno. Incluso, esta es una de las razones por las que muchos consumidores de sustancias para intoxicación recurren a ella con demasiada frecuencia cuando están en ambientes familiares (que ello no implica frente a ellos). En clínicas se logran recuperaciones, pero al regresar al entorno familiar, nuevamente caen en consumos dañinos a la salud. Para comprobarlo basta tomar en cuenta que ningún farmacodependiente desconoce los daños que le acarrean las sustancias tóxicas (esto incluye el tabaco y el alcohol).

Por el contrario, para potenciar las habilidades de un niño, además de un uso adecuado del idioma materno, los expertos han concluido que les favorecería aprender otros tres idiomas: una lengua extranjera, las matemáticas y la música, a través de la práctica de algún instrumento. Con ello, entonces, la estimulación de su cerebro se hace integral, en múltiples sentidos y está en el camino de poseer habilidades superiores al promedio.

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