Chispitas de lenguaje.
«Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros»: San Agustín
Más libros, más saber y madurar
El pasado 23 de abril se celebró el Día Internacional del Libro. He expuesto en otras ocasiones que la fecha fue tomada así por la ONU en virtud de que la muerte de Miguel de Cervantes se supo públicamente ese día, porque falleció ya muy avanzada la noche del 22 de abril; un mes y días después, murió William Shakespeare de ese mismo año de 1616. Pero como el calendario Gregoriano –el que hoy rige a todo occidente– aún no se aplicaba en el Reino Unido, la fecha registrada fue el 23 de abril. También es el día que murió, aunque no en el mismo año como los anteriores, el llamado Inca Garcilaso de la Vega.
Al estar vinculado el Día del libro con la muerte de Cervantes, en España se declaró esta misma fecha el Día del idioma español. Por esta razón el rey de España entrega el codiciado Premio Cervantes a las letras hispanas. En esta premiación se consideran a los más destacados escritores que escriben en español. En esta ocasión tocó a la poeta uruguaya Ida Vitale recibirlo.
En alguna ocasión, al dar una charla sobre estos acontecimientos y conmemoración de fechas, una persona me preguntó cuántos libros he leído. Francamente, no lo sé –fuera de presunción–. Incluso, no los recuerdo todos, aunque necesariamente, cada uno me dejó algo. Tan no los recuerdo que a la mitad de La vorágine del colombiano José Eustasio Rivera descubrí que ya lo había leído. No obstante, hay otros que he leído dos veces con todo propósito, como Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares de don Miguel León Portilla, que me hace reencontrarme el mi rostro y corazón, como dirían los mexicas.
Parafraseando a sor Juana Inés de la Cruz, nuestra máxima poetiza, se «lee para ser menos ignorante, no más sabio». La sabiduría se logra cuando alguien es capaz de conectar prácticamente, acorde a momento y circunstancia, el conjunto de datos para tomar la mejor decisión y actitud sobre una situación. Eso se logra con la experiencia. Pero esta es incapaz de lograrse ante situaciones rutinarias. Por ello, la lectura permite vivir muchas vidas, visitar muchos lugares (aunque sea con la imaginación, como Verne) y facilita identificarse con muchas condiciones, situaciones o personalidades y así hacer llegar lo más antes la experiencia. La madurez no implica seriedad, sino la habilidad para tomar la mejor opción si se valoran, sopesan y prevén consecuencias. El inmaduro toma decisiones sin reflexión; el maduro, no. El maduro tiene la conexión entre neuronas más enriquecida y por ello ocupa menos tiempo para tomar una decisión con seguridad más acertada.
Los muchachos de esta generación leer mucho, aunque ellos no lo saben. Todo el día… están revisando en sus celulares, los mensajes de otros muchachos, de sus amigos y contactos. Con el mejor de los cariños, esa condición no desarrolla la imaginación. Los mensajes entre amigos no son retadores, no hacen reflexionar –acaso, muy pocos de ellos–, no buscan conectar o aportar nueva información; no usan la información histórica, científico o reflexiva para fortalecer al destinatario. En esos casos, leer mucho aporta muy poco al desarrollo de la persona, a su madurez. Por ello, la lectura de mejor literatura fortalece mucho a cualquiera.
Otra alternativa es el teatro. Por lo regular las obras que vienen de México, son comedias de picardía. En Celaya con recursos propios este fin de semana termina la temporada de, El loco amor viene de Jorge Ibargüengoytia. Este reconocido guanajuatense reta a espectador al análisis y reflexión. Las tablas del actor Félix Maldonado hacen que luzcan estupendamente Emmanuel Herrera, pero en especial Oliva Abonce. Esta joven actriz, de tan solo 18 años, logra construir de forma dosificada su personaje –María–, esposa del Pedro el Gigante. Esa no es una labor fácil, incluso para actrices consumadas. La crítica social y la exploración de personajes típicos de un México muy característico de los años 50 y 60.
25/04/2019 23:27:34
