SABER PENSAR.
¿Qué es la literatura?
La historia humana comenzó por hipóstasis,
que no es más que la palabra-artificio. Palabra es representación, encasillamiento
de lo mutable. Sus primeros vestigios fueron ipseidad, signo escrito, estructuras psíquicas formando
un código mental, lenguas, braza de lo
primigenio que alimentaba al fuego
recién descubierto, memorias apagándose
en vacío para volverse idea. Así cuando el hombre moría o la civilización
agonizaba, su pensamiento no se evaporó en grandes estepas, montes escarpados o
en el estómago de algún carroñero, sino en la interpretación de sus
predecesores.
Nacería en
arcilla, retratando lo inconmensurable. Jardines colgantes de Babilonia y
deidades que los hebreos llamarían demonios, como Baal y Azmodeo fueron convertidos
en signos. Todo el poder de la naturaleza, su semblante, reposaba en cúmulo de formas arbitrarias, cuyo sentido
era lógica que al burilarse,
permanecería. Escribir permitió tomar a
fuerzas indeterminadas que acechaban al
hombre, como la muerte y neutralizarlas
en relatos que bordearon el fracaso de Gilgamesh al buscar la inmortalidad.
La escritura arcaica, signos cuneiformes o jeroglíficos conformarían
al signo lingüístico, símbolo de
totalidad, que, al mezclar una experiencia (imagen) con la forma de algún ser
vivo, demarcaron al concepto explicitado por fonemas, acústica, que
representaría la presencia del mundo a través de una psique reconociéndose. El
tiempo, la finitud, el amor o el dolor
fueron concebibles por la literatura que recogería un signo (imagen acústica y
conceptual), para, a través de su ficción (tiempo y espacio resignificados), generar
lo poético, absorción de lo imposible, de eso que rebasa al sujeto.
De la poesía, elemento que desdibujaba morfología y sintaxis,
para asir lo indeterminado, esgrimiendo en palabras descompuestas cómo sonaría
el desaliento o la enfermedad, surgió la filosofía, discurso logocéntrico que
privilegiaría al logos como verdad: sólo lo escrito permanece. Así la
escritura, llevada hasta su máxima expresión, comprendió al mundo, al universo,
por una totalidad-palabra, báculo del gran órgano especulativo y pragmático, el
espacio mismo de lo filosófico. De la filosofía nació la ciencia, un lente
pulido, durante casi quinientos años, que focalizaría lo mundano para descubrir
sus leyes, su ambigüedad y juzgarla hasta la mecánica cuántica.
La historia del hombre es su literatura, tronco primigenio
en donde ramificaciones produjeron un efluvio de ficción, universos que están más allá, que danzan en
teatros y sus dobles, que se escuchan en cafés o volcándose en imagen-tiempo-movimiento,
pantallas de música recién escrita, lo poético.
En el principio era la palabra.
13/05/2019 08:49:39