La necesidad y la culpa por anexarlos: testimonios

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IRAPUATO, GTO. 04 DE JULIO 2020.- “Si han de morir en la calle que mueran en la calle, pero no como ratas en un hoyo”; Rosy perdió a 3 de sus hijos en el ataque al anexo “Buscando el camino a mi recuperación”, al igual que otras personas, comparte su testimonio y reconoce que se siente culpable.

Los diferentes testimonios de los habitantes de Arandas en Irapuato, coinciden en que en el anexo que fue atacado el pasado 01 de julio, en el que murieron 27 personas, trataban bien a los muchachos; incluso el dueño era un personaje conocido en la comunidad por apoyar a los jóvenes.

Mientras llegan de poco en poco los cuerpos de las víctimas, una vez que les practicaron la autopsia en los diferentes SEMEFOS (Servicio Médico Forense) del estado, -ya el de Irapuato se saturó-, los testimonios de los familiares reflejan el dolor y la impotencia.

La esperanza de verlos rehabilitados y la falta de opciones formales para ayudar a sus parientes adictos, los llevó a depositar la confianza en un anexo que se convirtió en el escenario de una masacre.

“Cuando me avisaron me fui corriendo, yo le gritaba a mi hijo, me subí (al dormitorio) volteaba uno  y volteaba otro, no lo encontré; haga de cuenta que habían matado puercos, un tiradero de sangre, todos con los ojos despedazados, todos despedazados sin cabeza, todos floreados de su cuerpo, fue muy feo”, afirma Natalia, mamá de Marco Antonio, que tenía 31 años y llevaba 2 meses y medio en el anexo.

Afirma que ella le advirtió a su hijo que no se anexara por que “estaban matando en los anexos”, pero que él le dijo que no tenían por que tener miedo por que el dueño del lugar no tenía cuentas con nadie y era confiable. 

 “Meter uno a sus hijos en una ratonera sin salida, no es bueno, si ya le ha de tocar morir en la calle, que mueran en la calle, pero que mueran defendiéndose, no como ratas en el hoyo, créame que me siento culpable yo siento que pues yo misma lleve a mis hijos al matadero”, dice Rosy al dar su testimonio.

Dos hijos de Rosy, que vive a unas calles del centro de rehabilitación, estaban internados, y otro de sus hijos había ido a llevarles unos refrescos cuando se registró la agresión. Los tres murieron ese miércoles.

Omar (de 39 años) tenía un mes en el anexo, Cristián (de 30 años) apenas iba a cumplir una semana desde su último ingreso y Geovanni de (27 años) que también estuvo internado ya tenía 9 meses rehabilitado y sin consumir droga.

“Él iba a ver a sus hermanos, iba a la junta y les iba a llevar unos refrescos y se fue y ya no regresó y hasta ahorita no ha regresado…”, dice Rosy al referirse a su hijo Geovanni.

Cuenta que cuando le avisaron que habían baleado el anexo ella fue corriendo, y al llegar le dijeron que sus 3 hijos ya estaban “dormidos”.

“Me metí entre la gente entonces me dijo una señora que estaba ahí en el anexo, por que a las mujeres no las dejaban ir, me dijo que mis tres hijos estaban dormidos, que mi Geovanni abajo y mis dos hijos arriba, le dije no puede ser y me dijo que me retirara, por que estaban dormidos”.

Rosy se siente culpable y afirma que incluso pensó en quitarse la vida pues creyó en el momento que no merecía estar viva ya que ella ingresó a sus hijos a ese lugar.

“Por mi culpa mataron a mis hijos (…) uno ya no sabe si dejarlos en la calle o meterlos en algún lugar”.

La tía de Jesús, conocido como Yuyo, de apenas 16 años, platica que el joven pidió ser “anexado”, pues quería salir adelante.

“Le arrebataron su vida de una manera que no se valía, estamos destrozados, no nos esperábamos, era un niño genial, todo mundo lo conocía, amigos, señoras, señores, todas las personas lo respetaban por ser un niño bueno, nunca se metió en problemas con nadie, lamentablemente por las malas amistades llegó al camino de las drogas pero era un niño bueno”, dice con los ojos llorosos.

A Yuyo, solo le faltaba un mes para su recuperación, esperaba salir el 27 de julio y quería estudiar y poner una barbershop. De acuerdo al testimonio de su tía, él consumía marihuana.

“Se lo llevaron no se merecía esto, sus padres están destrozados, solo queríamos que saliera adelante”, dice su tía quien recibe muestras de apoyo (moral y económico) de los vecinos de Arandas.

De los 27 muertos, 12 eran vecinos de la comunidad de Arandas y el dolor de las familias invade el ambiente en la colonia.

Los cuerpos de las víctimas son velados y escoltados por sus amigos y conocidos que aún no terminan de asimilar la tragedia.

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