Estamos frente a un epónimo cuando la forma de nombrar a una persona real o ficticia –sea nombre propio o sobrenombre– «…pasa a denominar una ciudad, una enfermedad, un concepto, etc.». Es decir, el origen de vocablos como Alzheimer (sustantivo con que se nombra una enfermedad), cantinflear (verbo), quijotesco (adjetivo), kafkiano (adjetivo) boicot (sustantivo), etcétera, tienen como origen el nombre de alguien.
La palabra epónimo viene del vocablo griego epi, que significó encima o sobre; y onomos, que se traduce como nombre. Es decir, que se entiende no como sobrenombre (que actualmente tiene otro significado), sino que se le «encima o se le sustituye por otro nombre», se le renombra. En efecto, muchos de los actuales epónimos eran situaciones, lugares o hechos que tenían un nombre, pero que gracias a las investigaciones, fama o costumbres de una persona fue reconocido con su nombre.
Por ejemplo, el fenómeno de pérdida de memoria, cambios de conducta, problemas de lenguaje, etcétera, ya se conocía y observaba en múltiples seres humanos. Sin embargo, es en 1901 cuando el psiquiatra alemán Alois Alzheimer identifica el primer caso. Después de la muerte del paciente Auguste Deter, el doctor Alzheimer examinó su cerebro al microscopio. En 1910, Alzheimer la clasificó como enfermedad en un libro de texto de psiquiatría. Desde entonces, al padecimiento se le conoce como Alzheimer.
En medicina abundan los epónimos como los síndromes de Asperger, de Down o el Parkinson, por mencionar algunos padecimientos muy comunes en el habla popular, pero también está una enorme variedad de tumores, ciclos y hasta particularidades genéticas como el daltonismo.
El epónimo puede también proceder de un personaje ficticio. Quijotesco es un adjetivo que se aplica a aquellas personas que defienden o pretenden un ideal, incluso a pesar de verse afectadas ellas mismas. Es decir, que sus convicciones están por encima de su seguridad, salud o vida, como sucedió al personaje de Miguel de Cervantes descrito en su obra El ingenioso hidalgo, don Quijote de la Mancha.
De la literatura proceden epónimos como kafkiano (del escritor Frank Kafka), donjuanesco (del personaje Don Juan Tenorio de José Zorrilla) o rocambolesco (del personaje Rocambole, de Pierre Alexis Ponson du Terrail).
Hablar sin sentido, con incoherencias o mediante tergiversaciones era ya un fenómeno registrado en la sociedad desde tiempos inmemorables. Sin embargo, al popularizarse internacionalmente el mexicano Mario Moreno, la gente usó su sobrenombre o nombre artístico para reconocer ese estilo discursivo. Así en 1992 se incorporó al Diccionario de autoridades como verbo cantinflear, epónimo de Cantinflas.
El epónimo boicot se forjó a causa del capitán Charles Cunningham Boycott. Este administraba las fincas del conde de Erne (Irlanda). A causa de las medidas tomadas contra arrendadores y personas de servicio, la gente de la comunidad respondió sin agresiones, solo aislándolo. No se cosecharon las tierras, no se le prestaba el servicio de limpieza de casa e, incluso, no se le llevaba el correo. A pesar de sus intentos por romper el aislamiento al que fue sometido, finalmente debió ceder.
Son muy abundantes los epónimos en todos los idiomas.