El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) publica anualmente el ‘Informe sobre desarrollo humano’ en el cual se ofrece una explicación independiente, analítica y basada en datos empíricos sobre los principales problemas, tendencias y políticas que, de acuerdo al PNUD, ayudan a las personas a llevar una vida que se valore mediante el aumento de sus capacidades, que no se limita a los logros en materia de bienestar, sino que incluye la capacidad de actuar y el uso de las libertades personales.
La metodología seguida por el PNUD permite desarrollar un índice compuesto que mide el resultado promedio en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: una vida larga y saludable, el conocimiento y un nivel de vida decente; es, en otras palabras, una forma de medir el progreso más allá de la medición exclusiva del ingreso. A este indicador se le llama el Índice de Desarrollo Humano (IDH).
La ONU advierte, en este sentido, una caída generalizada en el desarrollo humano a nivel global en el año 2021. En este período en más del 90 por ciento de los 191 países evaluados disminuyó el IDH. México no fue la excepción; entre el 2018 y el 2021 el IDH en el país se redujo de 0.777 a 0.758. Con ello México se ubica con un nivel de desarrollo humano ligeramente por arriba del promedio de América Latina y el Caribe, el cual resultó en 0.754 y muy por debajo del IDH de los países que forman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el cual se ubicó en 0.899.
En el último reporte del PNUD sobre el IDH, México se ubica en la posición 86 de 191 países. En la región de América Latina y el Caribe, el país se ubica por debajo de países como Cuba, República Dominicana, Antigua y Barbados, Granada y Trinidad y Tobago. Sin duda las alarmas se deben de prender; dos indicadores evidencian el deterioro en el nivel del desarrollo humano en México: la esperanza de vida al nacer y el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita.
En cuanto a la esperanza de vida al nacer, en el 2018, en México se observaba ya un indicador de 74 años; tres años después, la esperanza de vida de los mexicanos se había reducido 4 años, una caída de más del 5 por ciento. Indudablemente, la reducción en el acceso a los servicios de salud pública explica en gran medida la caída en la esperanza de vida de las y los mexicanos. De acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) el número de personas con carencias por acceso a los servicios de salud aumentó de 20 millones en el 2018 a 35.7 millones en el 2020; ello implica un escandaloso incremento del 78.5 por ciento. En el 2020, el 28.2 por ciento de las y los mexicanos sufrían de carencias por acceso a servicios de salud. Los estados con el mayor incremento de personas que sufren de esta carencia son Guerrero, Oaxaca, San Luis Potosí y Chiapas.
En el 2022, las cosas no parecen haber mejorado en cuanto al acceso a los servicios de salud en México; la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), señala que, a julio del 2022, 35 millones de trabajadoras y trabajadores mexicanos no tienen acceso a los servicio de salud, lo que equivale al 61 por ciento de todas las personas laboralmente ocupadas. De diciembre del 2018 a julio del 2020, la cantidad de trabajadoras y trabajadores que no tienen acceso a servicios de salud se ha incrementado en un millón 868 mil personas.
No podemos perder de vista el impacto que en la salud pública, y por ende en la esperanza de vida, tendrá el proceso inflacionario en México. Si bien es un fenómeno observado a nivel global, en el país se han visto efectos nefastos en el precio de los alimentos. Particularmente las frutas y verduras han incrementado su precio 18.8 por ciento desde el inicio de la Pandemia en marzo del 2020 hasta el mes de agosto del 2022 y los productos pecuarios, como carne, leche y huevo han incrementado su precio en 29.2 por ciento en el mismo período. Ello tiende a generar cambios en los hábitos de consumo en la población, que sustituye el consumo de alimentos de alto valor nutricional por una canasta alimentaria a la que el ingreso sea capaz de seguir accediendo aunque el contenido nutricional no sea el más adecuado para el consumo humano.
Por otro lado, el PIB per cápita vio una agresiva reducción en el 2021, comparado con el que se observaba en el 2018. El indicador cayó desde 19 mil 386 dólares hasta 17 mil 896 dólares, lo cual significa un desplome del 7.7 por ciento en términos reales. ¿Cómo aspirar a un mayor nivel de desarrollo humano en México retrocediendo en la capacidad de satisfacer las necesidades básicas de las personas? Lo demás es demagogia.
La virtud del justo medio
En el reporte del IDH 2021-2022, el PNUD afirma que las sensaciones de sufrimiento están aumentando en casi todo el mundo; en el documento se dice que un análisis de más de 14 millones de libros publicados en los últimos 125 años muestra un aumento significativo de las expresiones de ansiedad y preocupación en muchas partes del mundo. En el caso particular de México, de acuerdo a lo que establece el INEGI, el 51 por ciento de la población de 18 años o más ha padecido de ansiedad, y el 19 por ciento lo ha hecho de forma severa. El 15 por ciento de la población, en este segmento de edad, padece de depresión.