Hace algunos días tuve la fortuna de recibir por correo electrónico, de parte del Dr. Roberto Velez Grajales, Director Ejecutivo del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, el artículo ‘The regional geography of social mobility in Mexico’ (La geografía regional de la movilidad social en México) de Delajara, Campos-Vázquez y Velez-Grajales. En el artículo se estudia la movilidad social intergeneracional en México a nivel regional y por entidad federativa.
Desde el abordaje teórico del artículo, la movilidad social se define como la capacidad de mejorar el bienestar económico de una niña o un niño con relación al bienestar económico que tuvieron sus padres en el pasado. Dicho de otra forma, existe movilidad social cuando las y los niños se encuentran, al alcanzar la vida adulta, en una situación de bienestar económico mejor a la que tuvieron sus padres. Los resultados evidencian la existencia de la perversa trampa de la pobreza en México, pues el 62 por ciento de la brecha total en el estatus socioeconómico se transfiere de una generación a la siguiente; es decir, en México la probabilidad de que si naces pobre, mueras pobre es del 62 por ciento. Esta medida se define como la Persistencia Intergeneracional, la cual se muestra con importantes diferencias al hacer un análisis regional en el país.
La región con la mayor Persistencia Intergeneracional es la zona central de México, compuesta por el Estado de México, Guanajuato, Hidalgo, Querétaro, Ciudad de México, Morelos, Puebla y Tlaxcala. En esta región la Persistencia Intergeneracional de la pobreza es del 64 por ciento, dos puntos por arriba de la métrica nacional. Por el contrario, la región del país con la menor Persistencia Intergeneracional es la zona noroeste, compuesta por los estados de Baja California Sur, Durango, Nayarit, Sinaloa y Zacatecas; en esta región la Persistencia Intergeneracional es del 45 por ciento, 17 puntos por debajo de la métrica nacional.
En la investigación a la que hago referencia se mide también la capacidad que tiene un individuo cuyos padres se encontraron dentro del 25 por ciento más pobre de la población de salir de ese grupo y acceder a ‘percentiles’ de menor pobreza al alcanzar la edad adulta. En este sentido, en la métrica nacional, una niña o un niño cuyos padres formaron parte del 25 por ciento más pobre de la población puede alejarse alrededor de 10 percentiles de este grupo y formará parte del 35 por ciento con menor ingreso al alcanzar la edad adulta (mientras mayor sea el percentil, el individuo se encuentra en una mejor situación económica).
La región norte del país es la que muestra la mayor capacidad de evolución social, pues una niña o un niño en esta zona, cuyos padres formaron parte del 25 por ciento más pobre de la población, avanza en promedio 17 percentiles al alcanzar la edad adulta. Esta zona está formada por los estados de Baja California, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Sonora y Tamaulipas. Por el contrario, la zona con menor capacidad de evolución social es la región sur formada por Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Quinta Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán; en esta zona el avance promedio es de solo 3 percentiles.
Particularmente, para el caso de Guanajuato, los autores calculan que la Persistencia Intergeneracional es del 58 por ciento, convirtiéndose con ello en la entidad número 11 con la mayor resistencia a vencer las causas que arraigan la pobreza entre generaciones. La mayor Persistencia Intergeneracional la tiene el Estado de México con una métrica del 67 por ciento y la menor Persistencia la muestra Baja California Sur con una métrica del 42 por ciento.
En lo que se refiere a la capacidad que tiene un individuo en Guanajuato, cuyos padres se encontraron dentro del 25 por ciento más pobre de la población de salir de ese grupo y acceder a ‘percentiles’ de menor pobreza al alcanzar la edad adulta, la entidad se ubica en la posición número 12 con la menor capacidad de lograr avances en la situación socioeconómica de las personas. Una niña o niño guanajuatense avanza en promedio 16 percentiles al alcanzar la vida adulta. La entidad que ofrece la mayor capacidad de avanzar en la situación socioeconómica, en comparación con la situación que vivieron los padres, es Nuevo León y la que ofrece la menor capacidad es Chiapas, siendo hoy en día la única entidad en el país en la que los adultos están en peor situación socioeconómica en comparación con la situación en la que estuvieron sus padres.
En el artículo se señala que, en Guanajuato, el 41.4 por ciento de las niñas y niños que nacen en un hogar que pertenece al 20 por ciento más pobre permanecerá en ese rango al alcanzar la edad adulta; la media nacional es del 50 por ciento. Por otro lado, solo el 0.8 por ciento de ellas y ellos logra pasar del 20 por ciento más pobre al 20 por ciento con mayor ingreso. En este sentido, la entidad con mayor movilidad social es Baja California, donde el 11.7 por ciento de las niñas y niños que nace en los hogares más pobres logra colocarse entre el 20 por ciento de hogares con mayores ingresos al alcanzar la edad adulta.
Los hallazgos de los investigadores van más allá y plantean las causas estructurales que detienen la movilidad social en México. La causa que explica en mayor medida la incapacidad de lograr aumentar el bienestar económico intergeneracional es el hacinamiento. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) señala que en una vivienda se sufre de condiciones de hacinamiento cuando 2.5 o más personas comparten el mismo cuarto. En Guanajuato el 6.5 por ciento de la población sufre de esta condición, siendo la entidad número 17 con la mayor cantidad de población en hacinamiento. El estudio sugiere que en una familia ‘sobrepoblada’ los padres podrían no contar con suficiente tiempo ni dinero para dedicar al desarrollo integral de sus hijas e hijos, a través de la inversión en educación, salud y la generación de habilidades blandas que dejan en condiciones de desventaja a las y los niños que sufren de esta condición.
Otra variable que obstaculiza la movilidad social es el empleo adolescente; una mayor probabilidad de que un adolescente abandone la escuela para insertarse en el mercado laboral disminuye las posibilidades de que, al alcanzar la edad adulta, encuentre un mayor nivel de bienestar socioeconómico en comparación con el bienestar que tuvieron sus padres. Según el CONEVAL, en Guanajuato el 63.7 por ciento de la población entre 16 y 21 años no asiste a la escuela, es decir 307 mil jóvenes que deberían de estar estudiando no lo hacen. Guanajuato es la segunda entidad del país con la mayor inasistencia juvenil a la escuela solo después de Michoacán.
Finalmente, el artículo citado en esta edición de la Columna señala que otra variable que explica la incapacidad de lograr la movilidad social es la tasa de crecimiento económico de la entidad federativa. En este sentido, en el segundo trimestre del 2020, la actividad económica en Guanajuato se contrajo 19.8 por ciento por efecto de la COVID-19, siendo la sexta entidad del país con la mayor afectación en los niveles de actividad económica por la Pandemia. A partir de entonces ha comenzado un proceso de recuperación que ha sido errático y que no ha terminado de consolidar una tendencia clara; particularmente en el 2021, solo en dos de los cuatro trimestres aumentó la actividad económica, cerrando el año con niveles de 1.4 por ciento por debajo de los que se tenían previo a la crisis de salud.
Las conclusiones a las que llega la investigación son de enorme valor para el diseño de políticas públicas en las entidades federativas. La propuesta de los autores es clara y específica para generar una estrategia que permita mayor movilidad social; la inversión en desarrollo social se debe de intensificar en los programas de apoyo a la primera infancia, la planificación familiar y la educación inclusiva de calidad. Y de mi cosecha añado, es necesario avanzar en todo ello aunque las niñas y niños no voten.
La virtud del justo medio
Reflexionar sobre la relación que existe entre la falta de movilidad social y la incidencia delictiva es una tarea obligatoria. En los sectores sociales más desfavorecidos hay, prácticamente, una imposibilidad material para que niñas, niños y jóvenes aspiren a mejorar sustancialmente su nivel de vida en comparación con el que tuvieron sus padres. La desesperanza cierra las opciones y conduce al camino equivocado. La trampa de la pobreza es también la trampa de la violencia y la descomposición social. ¿Cuándo terminaremos de entender que la educación de calidad es el mejor chaleco antibalas?