«Quería pedirte un favor…», estilo indirecto al hablar

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Es común en nuestra forma de hablar pretender ser suaves en el trato a los demás. Tenemos la falsa idea que ser directos es ofensivo o brusco. La intención es no lastimar a quien nos escucha y por eso solemos dar rodeos. Esto se observa en solicitudes: «Quería pedirte un favor…». Y si la persona a la que nos dirigimos nos quiere bromear, responde: «¿Querías o quieres?». La respuesta nos resiente el hígado; pero como dependemos aún de la persona, sonreímos falsamente y seguimos con nuestra solicitud (con el coraje oculto y humildes ante la necesidad del favor).

Este exceso de suavidad en la forma de dirigirnos a los demás ha llevado a abusar de los diminutivos y acuñar palabras sin sentido. Los mexicanos creamos la palabra ahorita (respuesta frecuente cuando alguien no puede atendernos de inmediato: «Ahorita te atiendo. Dame un minutito»). La palabra ahora no debía tener diminutivo, porque se refiere a un instante, a un momento muy efímero. Obviamente, no hay instantitos (ni minutitos… o ¿acaso serían de 59 segundos o menos?). No obstante, se ha popularizado tanto la palabra ahorita que ya está recogida en el diccionario oficial.

Cuando una oración no nos ofrece palabras donde aplicar el diminutivo, recurrimos a formas verbales menos directas: si preguntamos qué hora es y la persona lo desconoce, la respuesta más precisa y directa sería: «No lo sé». ¡Ah!, pero eso nos parece brusco y respondemos: «No sabría decirle». El tiempo del verbo de esa respuesta es condicional: ¿tiene lógica dar sentido de posibilidad o probabilidad al desconocimiento de la hora? Es decir, que la temporalidad de la respuesta no corresponde al contenido de la respuesta.

Los ejemplos abundan. A veces no son tan evidentes, porque estamos demasiado acostumbrados a ellos. Observe los letreros: «Favor de tener cuidado con los escalones». ¿No sería preferible: «Fíjese dónde pisa»? Se cambió un verbo directo en imperativo por un infinitivo, para evitar la orden directa.

Por ello, no es extraño usar frases como la que inicia esta colaboración. Quería es un verbo conjugado en copretérito (o pretérito imperfecto como lo llama la Real Academia de la Lengua). Ese tiempo tiene por característica ser coexistente de otro verbo en la misma oración: «Quería viajar a los Estados Unidos, pero fue imposible». Observe cómo quería se ubica en el mismo instante que fue. Por eso Andrés Bello lo llamó copretérito, pues se hace coexistente con el momento reflejado por otro verbo en el mismo enunciado.

Regreso a la frase inicial, efectivamente la solicitud se queda en el pasado y, peor aún, sin otro verbo con el cuál ser coexistente. Por ello, la fórmula más adecuada es lo directo: «Quiero pedirte un favor». Sin embargo, si quisiera suavizarla, le propongo: «Querría pedirte un favor» (condicional simple).

El sentido de ese tiempo es el ideal para una solicitud. La intención que refleja arranca desde el pasado (cuando surgió la necesidad), se hace coexistente en el presente (al solicitarlo) y se proyecta al futuro (hasta el cumplimiento del favor). Otro ejemplo de este tiempo: «Me aseguraron que vendrían por mí». La acción surge en el pasado (cuando me lo aseguraron), se ha mantenido vigente en el presente (pues aún no se cumple la acción) y se proyecta al futuro (hasta que lleguen por mí). Es decir, que el condicional simple tiene una amplia temporalidad para que la acción arranque en el pasado, se mantenga en el presente y se proyecte hasta el futuro en que se solventará.

El condicional simple no es un tiempo al que recurramos con regularidad en el habla común los mexicanos, pero su poco uso no significa incorrección.

Con esa lógica, si no quiere ser brusco en la petición, use: «Querría pedirte un favor». Así no podrán responderle «¿Querrías o *quierres?», pues eso no tiene lógica, evitará que le tomen el pelo y su hígado permanecerá a salvo.

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