Los refritos engordan la taquilla y depauperan el arte

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Los remakes (nueva versión) no son algo nuevo en las pantallas de cine. Después de largos años, no faltaba algún valiente que se animará a recrear alguna vieja película con la intención de mejorarla. Claro. Todos lo hemos pensado: “yo le habría agregado esto, quitado aquello” “el final debió ser tal o cual”. Pero ¿Realmente aporta algo al cine?

Hay muy pocas excepciones, donde los remakes, de verdad superaron a la original. La mayoría suelen ser historias exageradas con giros inverosímiles, cameos del elenco original para atraer la atención de los fans, la hipérbole en el uso de efectos visuales y finales que amenazan con una secuela. (de secuelas, también ya tenemos bastante)

Así como La mosca de Kurt Newman (1958) fue impecablemente rehecha por David Cronenberg (1986) al grado de llegar a ser nominada a los premios de la academia, existen también fracasos totales como Psicosis de Gus van Sant (1998). De forma desastrosa copia cuadro por cuadro la original de Hitchcock (1960), que es una de las películas más memorables del cine. 

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Las productoras tienen miedo de iniciar proyectos nuevos. En lugar de apoyar a los guionistas, prefieren aportar millones a ideas que en algún momento funcionaron y que les pronostican un éxito en taquilla. Aunque no siempre es así. Un claro ejemplo es la comedia Arthur. Steve Gordon (1981) con una espléndida calidad interpretativa de un fallecido Dudley Moore y Liza Minelli, que con $40 millones de dólares, recaudó $95,5. Jason Winer se arriesga en 2011 a “modernizar” este clásico con Russell Brand y Hellen Mirren. Con el mismo presupuesto, logra recaudar solo $48 millones en taquilla. Un remake, no asegura en definitiva el éxito económico que se espera.

Disney es un caso especial. Con un as bajo la manga llamado Live action (acción en vivo). Historias ya más que comidas y masticadas, realizadas con actores y actrices reales. O sea:  pan con lo mismo. La cenicienta (1950), Aladdin (1992) y no entiendo como El rey león (1994) puede ser una recreación real. Podríamos llamarle mejor animación, pero live action, definitivamente no. Sin mencionar spin offs (historias que surgen de otra, pero que tienen una dinámica independiente), como Maléfica (2014) o Cruella (2021) que se desprenden de las películas La bella durmiente (1959) y Los 101 dálmatas (1961 y 1996) respectivamente.

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El caso más extraordinario y reciente de este fenómeno es sin duda Perfetti sconosciuti (2016) del director italiano Paolo Genovese. A pesar de no ser muy publicitada, si fue recreada por otros países: Teleioi xenoi (2016, Grecia), Perfectos desconocidos (2017, España), Buek (2018, Hungría), Le ju (2018, Francia) Perfectos desconocidos (2018, México) Cebimdeki Yabanci (2018, Turquía) y Wanbyeokhan tain (2018, Corea del sur). Todas con sutiles cambios pero que nos demostraron que a los cineastas les interesa vender, más que la creación de cine.

 Es por eso que los cinéfilos, vamos de una plataforma a otra, en búsqueda de historias novedosas. El cine independiente es el único resquicio de esperanza de la elaboración artesanal de cine que encontramos hoy en día, y que cada vez se ve más reducido.

Que se levante la voz y las taquillas, por películas con substancia. Llenemos las salas de cine de arte. Aprendamos a ver cine.

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