A principios de los años noventa del siglo pasado, más o menos cuando tendría seis años de edad, comienzo a recordar las visitas de dos mujeres que habría de evocar siempre con enorme cariño. Se trataba de las tías Maga y Camen Castillo Inda, primas hermanas de mi abuelita Dada y quienes venían con frecuencia de la ciudad de Toluca.
Maga era de carácter recio, producto quizá del sinuoso camino que hubo de recorrer luego de quedarse prematuramente viuda cuando una tragedia la azotó de manera inesperada. Tenía mucha personalidad, era una gran conversadora. Tuvo trabajos relevantes en su ciudad que le permitieron relacionarse con la clase política del Estado de México. Era una mujer inteligente y muy linda, una tía querida.
Camen era chaparrita, menudita, alegre, risueña, simpática. Ella aún recordaba una lejana tarde en la que yo, siendo un niño, corté unas flores del jardín de la antigua casona de la calle de Altamirano y se las regalé. Ya más grande, cuando la abrazaba al saludarla, su cabeza quedaba recargada sobre mi pecho. Camen fue siempre una tía encantadora.
Era emocionante verlas llegar. Tenían su pelo completamente blanco y traían consigo maletas grandes que indicaban para nuestra felicidad, una estancia prolongada.
Las recuerdo en la casa de Altamirano y luego en la privada de Matamoros, en donde tras varias copas de tequila y sendas botanas, evocaban con mi abuelita historias pasadas con sus primos los Suárez Inda. Hablaban de sus papás, de los amigos que ya no estaban y se acompañaban en las penas y en las alegrías.
En 2017 mientras trabajaba para un proyecto editorial, viajé a Toluca para verlas y entrevistarlas. Estuve allá los días sábado 29 y domingo 30 de abril y regresaría el lunes 1 de mayo. Las condiciones de salud de Maga habían disminuido considerablemente, pero ello no impidió que me contara muchas anécdotas de vida compartidas con mi abuelita. Falleció el lunes 15 de mayo, apenas dos semanas después de nuestro encuentro, dejándonos tristes y desolados.
Camen vivió cuatro años más. Se nos fue el sábado 2 de octubre del presente año. No dejo de pensar que son ciclos que se cierran para siempre y que los maravillosos momentos que compartimos no habrán de repetirse jamás. Si hay vida después de la muerte, seguramente Maga, Camen y Dada estarán felices bebiendo tequila y carcajeándose en amenas tertulias. Nosotros acá las extrañamos mucho y cada día más, mientras observamos el inexorable paso del tiempo.
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