Altares del alma mía

Foto: Universidad de Guanajuato

Dicen los que saben que hay un río inmenso, afrutado y subterráneo que divide tu residencia de mi casa y, que por eso no puedo verte ni abrazarte. Dicen, que la esperanza de un futuro, es lo que me debe alentar para encontrarnos. Dicen, que mientras cuento deshojando días, tú danzas con polvos de estrella, bañándote en pétalos de cempasúchil enjuagándote con chocolate. Dicen, que ya no vale acordarnos de aquel hubiera, mortificando el espíritu, al final lo que se hizo, se dijo, ya en pasado ha quedado, pues la muerte lo hizo cenizas para que lo olfateara la memoria y, quedara de nosotras, ese recuerdo de cariño que nos guardamos.

Dicen, que estas esperando a que me llegue la hora para darme la mano, y que no corra miedos; para subirme contigo a la barca eterna del NuncaJamás. Dicen, que respiras quedo en mi corazón y, te acurrucas a la sombra de mi cabello, por eso no me canso de hablar de ti, sobando tus fotografías, haciendo recetas para llenarme de esos olores cotidianos, tuyos tan de la casa, para que me albergues en tus abrazos eternos, hospedándome en ese espacio perpetuo, con los silencios desde el que ahora me hablas, mientras sentada frente al altar, aguardo tu visita. Conchas, bacalao, tamales y naranjas cristalizadas te esperan para decirte otra vez, como tantas veces: gracias por coincidir, por hacerme tuya. Sé, que Dios te cuida con más detalle del que yo lo hacía, libre amazona saltas por donde se te da la gana; por eso me contento recordando las veces que juntas vimos sueños, tejimos algarabía, sorbo carcajadas entonadas con la misma alegría de aquellos días.

Cuando se acerca el día de muertos, una suave manta nos cubre los hombros alumbrada con trocitos de lentejuela, confiados nos bañamos de añoranza de todos aquellos que se han adelantado en este paseo llamado vida; exhumamos sus nombres poniendo en el alma un altar, para que nos visiten. Escribo y comparto, como está hecho el mío para que se inspire y aliviane la tristeza, como ahora lo hago.

En el primer nivel estan los Sagrados Amigos, que ahora tiene mi hermano, al que tantas veces apretando el rosario ella suplico, la virgen de papá, su Moreneta la que siempre lo acompaño.  Otro escalón, alberga las oraciones que con mi abuela recé a las ánimas del purgatorio; para quien también dedico este altar, suplicando a los de allá, les den permiso y venga a estar. En el tercero, sal para los niños que no llegaron, los cigarros de mi inolvidable papá Graziano, con una botellita del mejor wiski de la feria del alfeñique. Puse sal de Cuzco para purificar el espíritu, en afán de no corromper la intención. Tengo pan de muerto con chocolate  del que me regala la Yeya, para simbolizar la eucaristía con la olla de barro de Sara.  En el más sabroso, están las enchiladas de dulce, ollas con mole rojo donde asoma la pierna de pollo; botellitas de jerez, calaveritas con cintillos de colores, que traen en la frente los nombres de todos aquellos que amo; velas de cera como las que hacen en Salamanca, inciensos de finas maderas, papel picado   rodeado las fotografías para que se animen a desafiar al viento de los tiempos y así entregarnos sus bendiciones. Remato con una hermosa cruz de flores, semillas, frutas y cal donde expongo mis peticiones, con mis recuerdos, los anhelos, agradecida e inscrita la esperanza de encontramos algún día más allá, en esa,  la otra vida.

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