¿Podemos vivir sin leer?

leer libros

¿Cuándo fue la primera vez que te acercaste a la lectura? ¿Qué leías o te leían cuando eras pequeño? ¿Cuál es el primer libro que recuerdas haber leído o que te leyeron? Estas son algunas de las preguntas que suelo hacerles a mis estudiantes cuando vemos el tema de la lectura, y sus respuestas son maravillosas porque significa volver a la niñez, a rascarle al tarro de los recuerdos hasta encontrar esos momentos preciosos en que nuestros padres, abuelos, tíos, hermanos o docentes nos abrieron las puertas al fantástico mundo de la libros y las historias; aunque en ocasiones las respuestas vienen cargadas de aflicción y abandono, porque hay quienes, por diversas razones, jamás tuvieron este privilegio.

Por supuesto que no existe un canon ni experiencia de vida igual que indique el día correcto para comenzar esta práctica, porque cada persona hemos tenido un acercamiento diferente a la lectura, algunos en la infancia y adolescencia, otros en edades más avanzadas. Hay personas que leen por necesidad y otras por simple placer y amor a las palabras. Incluso leemos una diversidad de textos: libros, revistas, cómics, anuncios, recados, hilos y publicaciones en redes sociales, sitios web, y la lista sigue en aumento si nos enfocamos sólo en los textos escritos.

¿Cómo leemos, cada cuánto leemos y qué calidad tiene nuestra lectura? Según la encuesta del Módulo sobre Lectura (MOLEC) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), hasta el 2024, la población alfabeta mayor a 18 años solamente lee 3.2 libros al año y en promedio le dedicamos a la lectura 41 minutos al día. A su vez, indica que leemos mientras hacemos otras actividades: comer, escuchar música o caminar. Lo que más leen las personas de entre 18 y 25 años son páginas de internet, foros o blogs, seguido de libros, revistas, historietas y, por último, periódicos. Si este último dato lo cruzamos con las actividades que realizan los usuarios en internet, el 20º Estudio sobre los hábitos de usuarios de internet en México 2024, de la Asociación Mexicana de Internet, el 88% de los encuestados utiliza la “red de redes” para enviar mensajes por aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp o Messenger, el 79% para acceder a redes sociales y plataformas; y el 64% para leer o ver noticias y contenido relevante. A lo anterior debemos sumarle y entender que las modalidades de lectura, tanto de libros como de otros textos, han cambiado. No sólo leemos en papel, también de manera digital en una diversa gama de dispositivos.

Estos cambios tecnológicos que día a día ganan terreno por su interactividad, inmediatez y novedad no han frenado la lectura, al contrario, leemos mucho, todo el tiempo, el problema surge cuando nos respondemos qué leemos y cuál es la calidad de nuestras lecturas. Si nos centramos únicamente en los libros, con las cifras que nos arroja la encuesta del MOLEC nos podemos dar cuenta que el índice es bajísimo y si a eso le añadimos toda la atención que nos roban los aparatos tecnológicos y las muchas otras actividades que en éstos se realizan, es lógico deducir que estamos lejos de tener una lectura crítica y de calidad.

A esto nos enfrentamos los docentes en las aulas: estudiantes cada vez más distraídos, menos lectores (de libros o contenido relevante) y con un menor índice de pensamiento crítico. Ya lo dijo el escritor Ray Bradbury a partir de su obra Fahrenheit 451: “No se tiene que quemar libros para destruir una cultura. Sólo hay que hacer que la gente deje de leerlos”. ¿Qué estamos haciendo los docentes para evitar esta problemática y formar personas más conscientes y críticas de su realidad a través de la lectura?

Cada 23 de abril, desde 1995, la Conferencia General de la UNESCO lo designó como fecha oficial del Día Internacional del Libro y el Derecho de Autor. Este momento del año es simbólico para el mundo literario porque coincide con el día en que murieron (en 1616) grandes exponentes de la literatura universal: William Shakespeare, Miguel de Cervantes Saavedra e Inca Garcilaso de la Vega. Además, en España, el día coincide también con el fecha de muerte (303 d.C.) de Saint Jordi (San Jorge), el soldado mártir que salvó a su princesa al matar a un dragón en la Villa de Montblanc para evitar que este asesinara a la hija del rey, quien había sido ofrecida en sacrificio. Cuenta la leyenda, que de la sangre derramada, brotó un rosal de rosas rojas, y por esa razón, entre los cristianos españoles, surgió la tradición de regalar una rosa roja a la mujer amada en las festividades de Saint Jordi. En unión con el Día Internacional del Libro, a esta fecha también se le conoce como la Fiesta del Libro y la Rosa o Feria del Libro y la Rosa.

En este contexto, una de las actividades que me propuse hacer como docente, cada que tengo oportunidad y las asignaturas lo permiten, es crear una feria del libro entre mis estudiantes: les presento una lista de títulos apropiados para su edad, de diferentes géneros, extensión y autores (busco que haya un balance entre autoras y autores), tienen un tiempo considerable para leer el texto, lo comentamos en clase y preparan su stand para la feria, en la que deberán platicar, persuasiva y elocuentemente, acerca de la vida y contexto del autor, las temáticas del libro, el impacto emocional que el libro generó en ellos, así como las razones de por qué lo recomiendan. Como expositores, deben crear actividades interactivas que inviten a las personas a interesarse por la lectura. El año anterior y este ha habido una excelente respuesta por parte de las y los jóvenes universitarios, más cuando supieron que abril es el mes en que se celebra el Día del Libro.

Este tipo de dinámicas, como muchas otras que activistas y fomentadores de lectura realizan, son altamente motivadoras entre adolescentes y jóvenes porque más que una actividad escolar, es una manera de conectar y/o reconectar con su “yo lector” y con el “yo lector” de otros, que en ocasiones se ve oprimido, olvidado o delegado. Además, como lo menciona el pedagogo Paulo Freire, les permite vincular la experiencia escolar con la cotidianeidad mediante una percepción crítica del contexto, que junto a la reinterpretación y la reescritura, establecen elementos que le dan forma y sentido a la lectura de una manera no obligatoria, sino natural y transformadora. Ese es uno de los objetivos de la lectura, no sólo a nivel universitario, sino en diversos niveles: transformar nuestra realidad. No somos las mismas personas después de leer un libro, así lo leamos dos, tres o infinidad de veces. Las palabras dan sentido y significado al mundo que vive en nuestro interior y nos permiten construir el exterior.

Y entonces, ¿podemos vivir sin leer? La escritora española Rosa Montero en su obra La Loca de la Casa, afirma que “dejar de leer es la muerte instantánea”. Comparto su postura porque leer es una acción personal y colectiva, que nos libera de las ataduras impuestas por la sociedad. Nos brinda aprendizaje, amplía nuestra percepción de la realidad y alimenta nuestra imaginación y creatividad. Si no leemos, si no conectamos con el imaginario colectivo que se extiende a través de la narrativa, de los poemas, de la literatura en general, estamos condenados a la muerte del ser.

Mariana Zavala

Mariana Zavala es comunicóloga, docente, amante de la lectura y la buena comida, orgullosa puma y fan millenial que todos los días se enfrenta a las peripecias caóticas de la vida adulta y sus contradicciones. Odia las injusticias y por esa razón busca todos los días que haya visibilidad, equidad e igualdad de oportunidades para las mujeres y personas diversas sexogenéricas en el espacio público (y en el privado también).

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