En peligro de extinción

DANIEL 1

Las jornadas de descanso a veces son cotidianas, pero en ocasiones termina uno reflexionando sobre eventos muchas veces imperceptibles. Eso sucedió en uno de mis días de vacaciones godín, lo cual aproveché para ir a una plaza comercial cerca de donde resido. Aproveché y disfruté mi momento Born to be wild en carretera -aunque mi velocidad no alcance los 100 km por hora por ser medio ñoño al volante- escuchando música y una estación de radio por la entrevista que le hacían a una especialista en polinización.

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Se poco del tema, a grandes rasgos puedo decir es el proceso de abejas, murciélagos, colibrís, mariposas y otros animales para trasladar polen, lo que permite la aparición de semillas y el consiguiente crecimiento de plantas y árboles. La profesional mencionó nos está llevando la tiznada a toda la humanidad -no lo dijo así, pero lo interpreto de esa manera- por la extinción de la fauna auxiliar en este procedimiento, visible en el alza de algunos productos comestibles ante un panorama desalentador por los cambios de clima, la deforestación y el uso de pesticidas que afecta principalmente a las abejas, hoy catalogada en severo declive.

Llegué al centro comercial donde mi visita obligada es a la tienda Mixup, negocio que acudo desde aproximadamente 30 años, cuando la adquirió grupo Carso y se expandió por toda la república. Uno de mis puntos débiles es la música, la cual escuchó con las nuevas herramientas tecnológicas, aunque en mi caso no hay como ver los anaqueles donde exhiben los CDS, cada vez en desuso, según lo comprobé al ver unos cuantos en un espacio reducido y es seguro los dejarán de fabricar. Lo admito, si me agüité.

Los momentos amargos se contrarrestan con algo dulce, así que me compré un helado sencillo gourmet en $105.00 que propició me regresara la amargura por el precio. Después de pajarear un rato por el centro comercial, aproveché para comprar algo de despensa en un supermercado, los cuales se atiborran por las ofertas de julio. Había cajas cerradas, las abiertas no se daban abasto y opté por una automática, cada vez más frecuentes en estos comercios y es probable omitan después a cajeras y cajeros, constatado en los cines y el transporte público ante las compras en línea o puntos de venta electrónicos.

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Me regresé a la casa, abrí en internet la página del banco donde tengo mi dinero y vi un cargo por el monto de aproximadamente 25 helados gourmet. Por muy espléndido, no pude haber invitado a igual cantidad de individuos su dosis de azúcar fría, así que intenté comunicarme por teléfono con personal del banco. Armado de paciencia, esperé 50 minutos para la atención de un ejecutivo de carne y hueso, porque la contestadora autómata me canalizaba a una u otra opción. Desconozco el dato, pero supongo son cada vez menos los seres vivos que atienden los centros de atención y quizá serán desplazados en un futuro no lejano por los inmisericordes robots.

Más tranquilo y con la esperanza de un reembolso, en la noche abrí mi correo electrónico. En mi bandeja en entrada había un sin fin de promociones, sobre todo de viajes; ya ven que por andar viendo precios de boletos y hospedaje a lugares como Dubai o las Islas Fidji, las cookies nomás están acechando al internauta ocioso con la ilusión de viajar. Esto me llevó a pensar sobre las agencias de viajes, antes visibles en cualquier ciudad, en la actualidad casi innecesarias por tramitar personalmente los itinerarios, reservaciones y compra de boletos.

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Para rematar, me puse a ver un rato la televisión; busqué opciones de películas y encontré El hombre de papel (Rodríguez, 1963) la historia del pepenador mudo- interpretado por Ignacio López Tarso-, quien encuentra un billete de alto valor y ante la muerte del perro que lo acompaña, decide reemplazarlo con un muñeco de ventrílocuo. La cinta es por demás recomendable y me sirvió para caer en la cuenta que los ventrílocuos también se extinguieron, pese a retomar a las figuras como antagonistas de películas.

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Terminé mi día pensando en la fauna que exterminamos tan solo por su aspecto, como los murciélagos ¿se imaginan si a los seres humanos nos desparecieran por la apariencia? Desde hace tiempo ya seríamos varios expirados. Así mismo, recordé la película Bee movie (Hickner, 2007) donde educa sobre la importancia de las abejas, hoy una situación cercana.

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No me olvidé de los oficios agónicos, como los afiladores y su silbido en las calles; los reparadores de calzado, además de los neveros con sus productos a precios módicos en sus carritos, y tantos oficios más por desaparecer. Fue una jornada vacacional que debía ser de relajación y se convirtió en una de observar cambios, esos a veces imperceptibles que integran nuestra vida cotidiana.

Un día vacacional godín, un día especulando sobre el peligro de extinción.

Agradecimientos. Sin estar en la categoría de extinción, la presente es mi columna número 100 en Ágora. Agradezco a Gaby, su directora, y a su equipo por el espacio que me han permitido por cinco años.

También las gracias va para quienes toman el tiempo en leer las líneas que elabora su servidor, tan solo por el gusto de compartir palabras, datos y anécdotas.

Vamos por otras 100 columnas más.

Sus sugerencias y comentarios son bienvenidos al correo:

[email protected]

 

Daniel Hernández Hernández


Nacido en el entonces Distrito Federal, de tránsito en Celaya, adoptado y radicado en la ciudad de Guanajuato.Licenciado en Historia por la Universidad de Guanajuato y actualmente laborando en la Casa de la Cultura Jurídica de la misma capital.El gusto por la lectura y la redacción, obtuvieron recompensa con la publicación de artículos en ediciones del Archivo del Estado de Guanajuato y el Congreso del Estado.Algunas de sus devociones son el cine, lo heterogéneo de  la música y las historias de la historia.

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