Vidas pasadas (y futuras)

DANIEL 1

Tuve la oportunidad de ver en el cine Vidas pasadas, la ópera prima de Celine Song y debo decir me gustó, aunque sin situarla en mi olimpo de películas drama-romance. Sin espoliarla, -el título y promocional hacen guiños- es una historia bien llevada, jugando con flashbacks para situarnos en el presente, y lo mejor, que los espectadores imaginemos el futuro incierto para los protagonistas, evidenciado en la escena final.

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Me identifiqué con Vidas pasadas porque tuve mi romance frustrado a los 12 años cuando me gustaba la flor más bella del colegio, pero su servidor era literal un desmadre, y entre mis inseguridades, pensaba que belleza y jolgorio no congeniaban. Nunca me animé a decirle que pensar en ella me provocaba insomnio, lo cual le confesé 14 años después cuando nos volvimos a encontrar, y en cordial plática, coincidimos que la atracción era mutua. Con una sonrisa nos despedimos sin la intención de reencontrarnos y menos intentar retomar el pasado.

Si no les ha ocurrido una situación similar, los felicito por tener un impoluto corazoncito; en caso contrario, supongo les ha sucedido idear los “hubiera sido”; un tema intrincado ante la fascinación de romper barreras tiempo-espacio para recuperar, modificar o adelantarnos en una relación de pareja. Imaginarse vidas pasadas y futuras nos cautiva; la industria fílmica lo sabe, y nos ha legado trabajos para rascarnos la cabeza por las incógnitas. Adentrados en el mes más cariñoso del año, va un pequeño listado de cintas que alimentan el espíritu del voy y vengo amoroso.

Uno de los primeros melodramas -en el estricto sentido de la palabra al combinar melodías de John Barry con el drama romántico- fue Pide al tiempo que vuelva (Szwarc, 1980), estelarizada por Cristopher Reeve, en el papel del escritor Richard Collier. El eje de la historia paradójicamente evoca al terror de El resplandor (Kubrick, 1980) por una fotografía antigua, en este caso, de una mujer. Ante la fascinación por la imagen, Collier rompe la barrera del tiempo vía hipnosis y así concretar un romance que ¿ocurrió? décadas atrás.

Los viajes temporales cautivaron a los cineastas a partir de la década de los ochenta, prueba de ello es la trilogía Volver al futuro, que es factible pueda entrar en este breve listado del amor traspasando ciclos, pero sin lagrimeo y visto desde la comedia; situación afable también mostrada en Hechizo del tiempo (Ramis, 1993), con Bill Murray haciendo de meteorólogo atrapado en el mismo lugar y a la misma hora, para entablar una relación amorosa un tanto inusual.

El detonante de estas historias fue en los dos mil, ejemplificado en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Grondy, 2004). En ella vemos a una Kate Winslet despojada de lo que oliera a Titanic y un excelso Jim Carrey demostrando un histrionismo dramático poco visto en su carrera. La película presenta a la pareja perfecta en un principio, el desgaste de la relación y la consiguiente ruptura, no sin recurrir a ayuda poco práctica para olvidar al ex.

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De ida y vuelta sin recurrir a la ficción, en el 2009 se estrenó 500 días con ella (Weeb), comedia romántica presentada de manera ingeniosa en una especie de rompecabezas que el espectador va armando en la relación del escritor de tarjetas, Tom (Joseph Gordon-Levitt), con su compañera laboral, Summer (Zooey Deschanel). Entre la música de Pixies, Regina Spector y referencias a The Smiths, la película muestra la sinceridad y contundencia de una chica segura, contra el malentendido y obsesión del inestable galán.

No todo es drama en los multiversos románticos. Medianoche en París, de Woody Allen (2011) mostró la añoranza por el pasado no en las relaciones de pareja, sino para imaginarnos épocas en las que nos hubiera gustado vivir. Los viajes en el tiempo de Gil (Owen Wilson) le permitieron clarificar su presente y descubrir que el futuro con su prometida Inez (Rachel McAdams) le traería insatisfacciones.

Cuestión de tiempo (Curtis, 2013), también protagonizada por la canadiense Rachel McAdams en el rol de Mary, combina drama, romance y comedia. Tim (Domhnall Gleeson) no podría recibir mejor herencia que viajar al pasado y futuro, virtud exclusiva para los varones de su familia. Con todo y esa facultad, Tim descubrirá que tiempo y destino son impecables e inalterables.

Ya sea por el roce con 8000 personas, según Vidas pasadas; por el efecto mariposa, que a partir de pequeñas alteraciones se producen grandes cambios, en nuestro mundo cuántico todos estamos interconectados sin darnos cuenta y por supuesto, aplica para las relaciones personales: la confabulación de factores para estar con la persona indicada, sin el aferre. Pongámoslo práctico: “Cuando te toca, aunque te quites; cuando no te toca, aunque te pongas”

En lo personal, no soy partidario de andar rascándole a las vidas pasadas, menos buscar en redes por donde andan esos amores del “hubiera” y es mejor dejarlos en paz, pero el futuro es impredecible y me podría callar la boca ante la posibilidad que me vean después tomándome un café y presión sanguínea con la chica que idealicé a mis 12 años.

Les platicaré si llega a suceder.

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