COVID 19 (causas y consecuencias)

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COVID 19 (causas y consecuencias)

 

El coronavirus representa a nuestro tiempo. Su irrupción no es azarosa o sorpresiva. Hubo demasiadas advertencias ocurridas en los últimos años que lo avizoraban. En 2003 apareció el SARS y en 2009 emergió la gripe AH1N1. Se sabía que cada determinado tiempo una enfermedad con altas tasas de virulencia aparece. La última de ellas fue en 1918 (gripe española). Tales indicadores fueron ignorados. En la memoria psicológica reciente no existían elementos que atisbaran algo parecido. Los últimos seres humanos conscientes que vivieron una devastación semejante nacieron a principios del siglo pasado o a finales del XIX. La negación de esa posibilidad fue la estrategia de supervivencia que empresas, estados y ciudadanos instauraron.

Hubo otros elementos que agravarían la pandemia del COVID. La mayoría de ellos de entera fabricación humana. Se acarreaba una crisis económica mundial desde 2008, cuyo origen fue la creciente deuda pública y la incapacidad de pagarse. Es decir, que la economía global funcionaba con créditos y estaban por vencerse. Las empresas les debían a los bancos, los bancos a los bancos y los bancos vendían la deuda de los clientes. A su vez los clientes generaban adeudos en tarjetas de crédito y créditos hipotecarios. Todavía sin salir de la crisis ni de reparar las causas que la originaron se hizo presente un virus que abrió otro escenario. Países como México invirtieron en salud un 2.5% del PIB. Mientras que países como Estados Unidos de América habían vuelto tan caros los servicios de salud que a muchos ciudadanos les era imposible pagar un seguro médico decente. Junto a estos fenómenos se establecieron nuevos parámetros mundiales del gasto público en salud, tendiendo casi todos ellos a la privatización.

Por otro lado, los derechos laborales se vieron mermados. Pensiones y jubilaciones sufrirían modificaciones. El outsourcing o subempleo, empleos que son remunerados por comisiones o la informalidad, condicionaron las economías mundiales. Sin ingresos seguros, con servicios médicos públicos insuficientes, servicios médicos privados impagables, con la deuda privada en aumento y con salarios mínimos irrisorios, la pandemia se salió de control.

El COVID no pudo llegar en peor momento. Los estados neoliberales débiles representarían al mundo. Una característica de esos estados es que han entregado a particulares casi todas las empresas que antes estuvieron a su cargo. Energía, bancos, salud, educación, etcétera, son gobernados por intereses globales. La mayoría de estos intereses buscan exclusivamente la ganancia y se beneficiaron del subempleo. Cuando apareció la pandemia toda la responsabilidad cayó sobre los estados debilitados por ciertas políticas económicas que vivían de los impuestos. Otros estados proteccionistas pagaron las consecuencias de la corrupción en las empresas estatales. El resultado es por demás conocido.

Sin embargo, el COVID podría ser el comienzo de los grandes problemas del siglo. El virus no apareció de la nada, tuvo sus causas y tendrá sus efectos. La antigua normalidad ocasionó la nueva normalidad. Otros problemas causarán duraderas cuarentenas en el futuro. En 2019 la mayoría de las ciudades del país tuvieron mediciones de contaminación muy elevadas. Si eso se mantiene en todo el mundo, para el 2040 no existirá más el polo norte. Para el 2030 habrá erosión de la tierra y los arrecifes de coral irán desapareciendo. Las cuarentenas llegarán para quedarse: proliferación global de enfermedades antes endémicas como el dengue, mala calidad del aire, problemas con el suministro del agua o migraciones ocasionadas por desastres ambientales, pobreza y violencia. El COVID podría ser el inicio de una situación límite. Tal situación englobará una forma de vida desastrosa, la humana, basada en el consumo irresponsable de recursos naturales y en la sobrepoblación, al considerarse el centro del mundo y soberana de la naturaleza.



Fecha de Publicación: 26/01/2021

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